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Crítica:GRANDES INTÉRPRETES
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Variaciones de lucidez

El Auditorio Nacional de Madrid se va a cerrar por reformas hasta enero de 2007 y ello hace que cada concierto esté sellado con el síndrome de los adioses. El espectador desea que salga todo muy bien, para así mantener un recuerdo último que haga más llevadera la ausencia. Un par de veces escuché este pensamiento antes y después del recital que cierra este año la serie de Grandes Intérpretes. La realidad acompañó en esta ocasión al deseo. La tarde fue de antología.

Tienen en general los pianistas una necesidad de seducir, un aire de divismo que les acerca a los cantantes de ópera. No es el caso del polaco Piotr Anderszewski, cuyo encanto primordial viene de la música que crea. No ha cumplido los 40 aún. Interpretativamente parece a la vuelta de todo. Ha optado por el camino de la sobriedad. Desaparece prácticamente de la escena y deja el protagonismo a las obras y autores que frecuenta. Su Beethoven madrileño fue, sencillamente, extraordinario, tanto en las bagatelas, como en las 33 variaciones sobre un tema de Diabelli, una obra que, por su complejidad técnica e intelectual, define a un artista. Se enfrentó a ellas siendo fiel en cada momento a la estructura global del discurso, pero sin desatender en ningún caso el detalle iluminador. Fue una versión inteligente, resuelta con una técnica primorosa al servicio de la unidad en la diversidad.

Piotr Anderszewski

Ciclo de Grandes Intérpretes. Beethoven: 6 Bagatelas, opus 126 y Variaciones Diabelli, opus 120. Organizado por Fundación Scherzo y patrocinado por EL PAÍS. Auditorio Nacional, 26 de junio.

Se acerca el pianista de Varsovia a Beethoven desde una nitidez de sonido que lleva aparejada una profundidad de concepto. La gestualidad está fuera de sitio. En la escritura de Beethoven está todo. Para qué adornarlo, parece decir. Y, sin embargo, la sensación de misterio se adueña del espectador. Y los matices se multiplican, y el sentimiento de estar compartiendo búsquedas y rincones esenciales se apropia del que escucha. Con una seriedad como la que mostró Anderszewski no es extraño que en las propinas insistiese en el campo de las variaciones. Era inevitable volver a Bach con sus Goldberg. El recital alcanzó así una dimensión dialéctica además de la puramente didáctica.

Memorable concierto. De los que quedan en el recuerdo, de los que corroboran que la sencillez es el sendero más directo hacia la madurez y hacia el conocimiento.

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