_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Shanghai, Dubai,Bombay

Sin duda la velocidad es uno de los atributos más importantes en la definición de lo que llamamos ciudades emergentes. Sentimos fascinación por la capacidad humana de construir cada vez más rápido, más alto, más grande. Hasta aquí tampoco estamos delante de una situación nueva: han existido muchas otras experiencias que han producido ciudades de nueva construcción en tiempo record. Quizá el más emblemático ha sido Brasilia, obra de un solo arquitecto: Oscar Niemayer. La diferencia radica en que antes estos proyectos eran el resultado de cierta proyectación utopica, de ciertos ideales que en el caso de Niemayer eran, y siguen siendo, marxistas. ¿Cuál es la diferéncia entonces? Tampoco lo es la velocidad. Evidentemente hoy en día los sistemas constructivos han evolucionado lo suficiente como para construir a velocidades impensables hace 40 años.

Técnicamente podríamos decir que diferencias objetivas no existen, existen escalas, tiempos y presupuestos distintos. Y tambien ideologías distintas. ¿Existe una ideología detrás de los crecimientos sorprendentes de ciudades como Shanghai y sobre todo Dubai? Una respuesta en una sóla dirección sería irresponsable. Sólo me atrevo a observar dos diferencias: Hay un cambio de lo que podríamos llamar el ciclo de "oferta urbana". Crecimientos extraordinarios han sido la respuesta a necesidades extraordinarias, desde los polígonos en la perifería de las ciudades en expansión hasta los megaedificios en Shanghai dispuestos a cubrir la demanda de las migraciones de zonas rurales. Las ciudades crecían como resultado de la demanda de crecimiento. Pero en el caso de Dubai, y de otras ciudades como la misma Astaná, esa lógica se pervierte. La "oferta urbana" pasa a la acción y construye una ciudad sin la necesidad objetiva de generarla. Las condiciones del mercado, las oportunidades de negocio, la situación geo-política y sobre todo, la decisión única y sin discusión de su responsable hacen posible una metrópolis que "busca" con sus atractivos densificar la ciudad con nuevos habitantes que manifiestan su interés a medida que conocen una ciudad que aún no existe en su total construcción y que compran atraidos por las reproducciones de sus futuros apartamentos. La segunda diferencia es muy simple: la planificación estratégica de estas nuevas urbes se decide en la London School of Economics (LSE) antes que en las universidades de arquitectura y urbanismo de todo el mundo. Ideologías distintas para actores distintos.

Ramon Prat es director de la editorial Actar.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_