Ángeles o demonios
El discurso racionalista e ilustrado sostiene con indudable fundamento que son los individuos quienes poseen cualidades intelectuales, emocionales y vitales específicas y no los sexos, las razas, las edades o los grupos sociales. Esta es la convicción intelectual que ha permitido combatir el racismo y la discriminación de la mujer, por poner dos ejemplos, aunque en algunas ocasiones los resultados prácticos no resulten muy satisfactorios. Pero en los últimos años está enraizando un discurso inverso que sí adjudica excelencias, funciones y valores a los sexos, razas y edades. No funciona de la misma manera, según este esbozo de nuevo paradigma, el cerebro de un hombre que el de una mujer y, por lo tanto, sus cualidades distintivas pueden ser utilizadas con fines diferentes. Estas diferencias se intentan explicar con gran aparato supuestamente científico y consideraciones psicológicas experimentales de aspecto ciertamente abrumador.
Dirigir en femenino
Anna Mercadé
Gestión 2000
ISBN 978-96612-73-0
Es más que dudoso que el nuevo discurso, fundado en parte en imposturas intelectuales sin atenuantes del tipo de la llamada inteligencia emocional, signifique un avance real sobre el conocimiento y reconocimiento de la individualidad; y más dudoso aún es que resulte rentable su aplicación a la gestión de las empresas. Una afirmación del tipo "la combinación XX produce hembras con habilidades adaptativas espléndidas" mientras que la combinación XY que fabrica a los machos "genera unos organismos con una gran capacidad para causar problemas" difícilmente puede ser tomada más que como un chiste cuartelero. Puestos a buscar diferencias forzadas, es más precisa y estimulante la de Georg Simmel cuando intuyó que los verdaderos seres humanos son las mujeres, porque los hombres son o ángeles o demonios.
La primera parte de Dirigir en femenino es prescindible porque recoge una acumulación innecesaria de este tipo de especulaciones forzadas. Es más razonable suponer que el peso fundamental de las diferencias que puedan encontrarse entre el modo de hacer social, intelectual y profesional de hombres y mujeres radica en funciones educativas, económicas y familiares. Por lo tanto, el libro sólo remonta cuando se dedica a relatar cuales son los obstáculos reales con los que se encuentran las mujeres desde que deciden desarrollar una carrera profesional. Porque, y sobre eso no hay duda alguna, las mujeres encuentran obstáculos añadidos en el desempeño de su puesto de trabajo, por más que sea ya un tópico enunciar todos los avances que se han producido en el mercado de trabajo. No es necesario detallar la abundancia de paro femenino, las prácticas empresariales que despiden a las mujeres embarazadas o la confirmación de la teoría de la pirámide, que dice que en una compañía el empleo femenino puede ser abundante por la base pero va desapareciendo conforme se asciende por el árbol de responsabilidades.
Pero en el balance final, Dirigir en femenino peca de generalidad. Enuncia cuestiones ya sabidas, pero no construye los hechos que configuran los obstáculos diarios a los que debe enfrentarse una mujer que dirige un equipo empresarial. No detalla la viscosidad que tienen que vencer las mujeres cuando tienen que mandar o imponerse, resistencia bien diferente y espesa a la que se enfrentan los dirigentes masculinos. No explica los subterfugios y rodeos que deben aplicar las directivas -sobre todo, los cuadros medios- para salvar la indiferencia o la displicencia de sus subordinados. Y, sobre todo, no fabrica un programa completo y concreto de dirección en femenino. Porque no está claro -y merecería la pena aclararlo- que los directivos masculinos y femeninos apliquen pautas generales distintas de dirección.
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