Mujeres batuta en mano
Las directoras de orquesta españolas, cada vez más numerosas, se abren paso en el mundo
La noche anterior al primer ensayo apenas duerme. No es miedo escénico. Es perfeccionismo. Necesita repasar las partituras antes de encontrarse con los músicos. Inma Shara (Inmaculada Sarachaga), nacida en Amurrio (Álava) hace 34 años, vive una disciplinada y a la vez volcánica relación con la música. Enérgica, pierde cerca de dos kilos en cada concierto. Es una atleta de la batuta. Quizá ésa sea la causa, y no sólo el efecto, de su delgadez. Antes de salir a escena se premia incluso con unos bombones. Subirse al atril no es sólo cuestión de temple. Quien dirige tiene que conocer el repertorio y ganarse a una orquesta compuesta por profesores y músicos avezados. Algunos poco dispuestos a seguir una batuta de mujer. "Aunque, en cuestión de minutos, dejan de ver a una mujer o a un hombre. Sólo eres una herramienta de la música". Pero un director de orquesta es también un líder, una representación de poder. Justamente lo que la mujer no ha tenido durante siglos: por eso ha tardado tanto en llegar al podio.
"Dirigir una orquesta requiere madurez. La plenitud sólo se consigue cuando has vivido lo bastante"
"Nunca acabas de tener seguridad, pero la música te embruja tanto que pierdes parte de racionalidad"
"Tienes que conquistarlos desde el primer ensayo", afirma Shara. Una orquesta no suena igual con un director u otro. Se requiere dominio y capacidad de seducción. Cuando se logra, el director y la orquesta funcionan con una química parecida a la de una pareja. Una pareja atípica: se trata de arrancar con un gesto o una mirada el sonido más hermoso de cada músico y de todos en su conjunto.
Al no ser titular de una orquesta concreta, Shara viaja de un país a otro como una nómada. Nomadismo y glamour se dan la mano en esta carrera a la que en España sólo accede un puñado de mujeres, que ya se van abriendo paso en el mundo. Además de Shara, Gloria Isabel Ramos, Mercedes Padilla, Silvia Sanz, Isabel López Calzada, María Juana Martínez de la Hoz ... y pocas más. A algunos espectadores les sorprende todavía verlas en el podio. Perdura aún en su imaginario un halo masculino: el director de orquesta con esmoquin y batuta. Con todo, han logrado hacerse visibles. Ahora se enfrentan a la batalla de la aceptación. Un combate que han ganado ya fuera de España Marin Alsop y Jane Glover.
Un podio y una batuta. Muchos sueños. Y una orquesta. Sin orquesta, el director es una figura evanescente. "Un director necesita desesperadamente una orquesta. No puede dirigir él solo ante un espejo", afirma la madrileña Silvia Sanz, de 38 años. Pero una orquesta sin director también está mermada. Entre los músicos circula un chiste en el que se compara al director de orquesta con un condón: sin él todo es más divertido, con él todo es más seguro.
Inma Shara se inició en la música mientras estudiaba en el colegio Virgen Niña. Al terminar las clases acudía a los conservatorios de Vitoria y Bilbao. Más tarde se trasladó al Real Conservatorio de Madrid. Después de estudiar armonía, contrapunto, fuga y composición, se decidió por la dirección de orquesta. Terminó la carrera en los noventa, y una beca le permitió ampliar estudios con Zubin Mehta y dirigir reconocidas filarmónicas de Italia, Londres, Viena, Moscú e Israel.
Al principio "sentía pavor", relata. Recuerda un concierto en Holanda, con 27 años: al dirigirse al atril sufrió pánico escénico. "Pero una vez en el podio sólo piensas en la música. Nunca acabas de tener seguridad; pero, por tímida que seas en la vida diaria, la música te embruja tanto que incluso te hace perder una parte de tu racionalidad", admite.
Transitar por concursos y becas es la vía habitual para darse a conocer. Así se abrió paso Gloria Isabel Ramos al ganar un concurso al que aspiraban 160 candidatos. Trabajar como asistente de una gran orquesta es otra fórmula. Virginia Martínez (Molina de Segura, 1979), que estudió en Viena e hizo su presentación en Murcia, es la directora asistente de la Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña.
Algunas se han inventado su camino al crear su propia orquesta. Mercedes Padilla fundó en 1984 la Orquesta Villa de Madrid; Isabel López Calzada, la Orquesta de Mujeres de la Comunidad de Madrid. Silvia Sanz, por su parte, se puso al frente de la Orquesta Sinfónica de Chamartín.
Gloria Isabel Ramos, de 42 años, reside en Suiza. Ha sido titular de las orquestas de Córdoba (España) y Lucerna (Suiza), y ahora reparte su tiempo en diferentes países como directora invitada y compositora. Acaba de dirigir la ópera Carmen, de Bizet, al frente de la orquesta del Teatro Nacional de Tirana.
"La dirección de orquesta es, como toda expresión artística, un camino sin principio ni fin. Nunca he pensado en los términos estadísticos que hoy parecen regir el mundo: las dificultades de ser jóven, ser mujer, ser de raza negra o dedicarse a una profesión con más o menos salidas... Me dedico a seguir mi camino", confiesa Ramos. "Dirigir requiere madurez. La plenitud sólo se logra cuando has vivido lo bastante para ahondar en los temas", señala Sanz.
Mercedes Padilla abrió el fuego: cuando estudió la carrera era la única chica, y ha sido la primera mujer en obtener la cátedra de Dirección de Orquesta en el conservatorio de Madrid."No se puede eludir el hecho de que somos pocas", afirma Isabel López Calzada, de 38 años. "Lo paradójico es que constituimos ya un número bastante alto en España".
"Si no hay más directoras es porque los músicos se pitorrean de ellas", advirtió Dolores Marco, una de las pioneras españolas, en 2004, poco antes de morir. Pagó el tributo de ser la única mujer en un coto masculino. Inma Shara tiene ya otro punto de vista: "Ni Brahms ni Bethoven decidieron qué perfil de persona, ni qué sexo, ni qué raza debían dirigir su obra. En el podio no existe el género".
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