Algo se me escapa
Antes me levantaba por las mañanas, desayunaba un café con leche y un par de tostadas con mermelada y, al salir de casa, saludaba al vecino del tercero, con quien solía coincidir en el portal. Compraba el periódico en el quiosco de la esquina y lo hojeaba en el metro mientras iba al trabajo. Ya en la empresa, una multinacional de telecomunicaciones, me sentaba ante mi mesa y trabajaba en mi ordenador preparando instalaciones. En las pausas, con un café, hablaba con mis jefes y compañeros quizá de cine, de fútbol, de los hijos, de las vacaciones...
Ahora desayuno isoflavonas con fibra y ácidos grasos poliinsaturados. En la urbanización no hay vecino, ni esquina, ni quiosco, pero en la parada del autobús consigo un montón de papeles gratis e insustanciales. Tomo el autobús, el metro, el cercanías y luego otro autobús. Llego a mi compañía -la de antes- y, de mi pequeña taquilla, saco la foto de mi mujer y el resto de mis cosas. Me siento ante una mesa que esté libre y trabajo en servicios de valor añadido. En las pausas, que pasamos en una sala feng sui -con fuente y todo-, hablo con responsables y colaboradores de GPS, PDA, TDT, MP3, PDT...
Habiendo entrado en la modernidad, no sé de dónde me viene esta sensación de llevar colgado de la espalda un monigote de papel.
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