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Israel mata a siete palestinos y concentra tropas en el sur

Seis días después de la toma de Gaza por el movimiento fundamentalista Hamás, Israel lanzó ayer el primer ataque de cierta envergadura sobre la franja. Militares hebreos invadieron un kilómetro el territorio en las cercanías de Kisufim, en el centro de Gaza. Cinco personas, cuatro de ellos milicianos islamistas, perecieron en los combates; varios hombres más fueron detenidos, y las excavadoras derribaron una casa en la que se escondían los guerrilleros.

La respuesta en forma de cohetes Kassam no se demoró. Dos proyectiles cayeron en el desierto del Negev y al sur de Ashkelón sin causar daños y la aviación israelí contestó bombardeando lanzaderas de los proyectiles caseros. Ya de noche, otros cinco cohetes cayeron sobre la ciudad de Sderot. En Yenín, en el norte de Cisjordania, dos activistas -uno de Al Fatah y otro de Yihad Islámica- murieron a balazos en choques con los militares.

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Miles de soldados rodean la franja a la espera de órdenes. Algunos analistas militares aseguran que el nuevo ministro de Defensa, el laborista Ehud Barak, es partidario de una amplia operación terrestre en Gaza para desmantelar o al menos dañar el arsenal de Hamás, bien nutrido después de requisar miles de fusiles y armamento de mayor calibre a los cuerpos de seguridad dependientes del presidente, Mahmud Abbas. En la capital de la franja, son mayoría quienes opinan que el Gobierno israelí optará por los bombardeos y el asesinato de dirigentes islamistas, pero no reocupará el territorio, tras la evacuación de los colonos judíos hace dos años.

Guardián de la frontera

Mahmud Zahar, uno de los primeros espadas de Hamás, aseguró que el Gobierno de Ismail Haniya puede controlar el disparo de cohetes, pero que "no se convertirá en guardián de la frontera israelí". Zahar añadió que Hamás declararía una tregua si el Ejército israelí detiene sus ataques. No hay posibilidad alguna de que esto suceda.

Si el mandatario palestino quiere emerger a ojos de Israel como un dirigente digno de crédito, deberá emplearse con firmeza para que en Cisjordania reine la calma. La tarea es descomunal. No ya porque las milicias de Hamás y Yihad Islámica se lo pondrán complicado. En sus propias filas, las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa, brazo armado de Al Fatah, son imposibles de controlar. Están formadas por numerosos grupos que responden a caciques localesque con frecuencia operan con milicianos islamistas.

Es el argumento que utilizó gran parte de la clase política israelí para despreciar a Abbas en su primer año de mandato (2005), cuando Hamás nada pintaba en la arena política: si el presidente es incapaz de poner orden en su propio partido, no podrá imponer ningún acuerdo suscrito con Israel a las demás facciones palestinas.

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