¿Quién mató al senador Goulet?
Las hijas de un miembro de la Cámara alta francesa sospechan de su madrastra, 30 años menor que su padre y su sustituta en el cargo
Una expresión francesa habla del "andar de senador", se supone que sereno, elegante y un punto altivo de las personas que forman parte de la Cámara alta de Francia. Daniel Goulet, que ocupaba un escaño desde 1991, había sido elegido en dos ocasiones. Pero cuando preparaba la tercera, la muerte le atrapó. ¿Crisis cardíaca o asesinato? Eso depende: para su viuda no hay nada raro; para las hijas, todo es sospechoso y miran en dirección a la madrastra, que ha sustituido en el cargo al fallecido habiendo sido anteriormente nombrada su suplente. Un abogado famoso intenta probar que la sospecha de asesinato tiene fundamento.
¿Ser senador en Francia es un oficio peligroso? Vista la edad de buena parte de los senadores, de su paso reposado, silueta rellena y escasa cabellera plateada, no lo parece. El pasado 23 de febrero, cuando Daniel Goulet, senador de la circunscripción de L'Orne, en el noroeste del país, murió a los 78 años durante un viaje a Abu Dhabi, nadie se sorprendió.
Un famoso abogado está empeñado en demostrar que el senador fue asesinado
Más raro era que, desde meses antes, el distinguido caballero había comenzado a visitar a los grandes electores de su circunscripción -alcaldes, diputados y diputados regionales que designan a los senadores en una elección indirecta- para pedirles su apoyo para un nuevo mandato. Para él, y para su suplente, Nathalie Goulet, su esposa desde hacía poco, anteriormente su amante y un poco antes aún, su asistente parlamentaria, puesto en el que reemplazó a Danièle, una de las hijas del senador.
El embrollo tiene su origen en la afición de los hombres maduros por las mujeres más jóvenes. O de las mujeres jóvenes por los hombres maduros, si se prefiere. El caso es que Nathalie Milzstein tenía 30 años menos que su nuevo esposo. "Y eso no es nuevo. Siempre he preferido a hombres mayores que yo. Mi primer marido me superaba en 25 años", ha declarado Nathalie Goulet.
Las dos hijas del senador no vieron con buenos ojos la llegada a la familia de la asistente, amante y madrastra. Prueba de ello: han presentado una denuncia por asesinato. El caso lo lleva Jacques Vergès, abogado célebre donde los haya, protagonista incluso de una película del reciente Festival de Cannes, donde le biografían como "el abogado del terror". Las sospechas de las hijas Goulet caen unívocamente sobre Nathalie, su madrastra. "Es absurdo. No se puede provocar un accidente vascular cerebral. Tras la sentencia, que no puede ser otra que un 'no a lugar', perseguiré a los autores de esta denuncia que equivale a una calumnia", dice el abogado de Nathalie.
Los amores entre ésta y el fallecido comenzaron en 1998. En esa época Nathalie tenía muchos problemas en su carrera como abogada, porque había olvidado presentarse a una audiencia, pagar el alquiler de su despacho y, peor aún, se había quedado con dinero que no era suyo. El colegio profesional la expulsó. "Fui negligente. Se me fundieron los plomos", dice ella. De ahí a pensar que su amor por Goulet era una tabla de salvación interesada... "Mi vida con él es una historia de amor, no una inversión profesional".
El caso de la muerte del senador Goulet no es el único que interesa en las páginas de sucesos de la prensa francesa. Otra muerte de político vuelve a la superficie, con muchos más elementos oscuros que el de Goulet. Robert Boulin era ministro de Trabajo cuando su cuerpo apareció en el bosque de Rambouillet el 30 de octubre de 1979. La tesis oficial fue la del suicidio. Un libro pone ahora en duda esa versión.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.