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Columna
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Cinturones rojos flojos

Desde ayer, en nuestra autonomía, ya está cada partido en su ayuntamiento y el PP en el de todos. El 27-M ha levantado una nueva cartografía vestida de azul. Y Joan Ignasi Pla ha encontrado el habitual cinturón rojo del área metropolitana de Valencia, en las Marinas. Se ve que la impetuosa acometida de la derecha lo arrastró muchos kilómetros abajo. Y es que cuando se afloja el cinturón, los pantalones se desploman hasta los tobillos y el espectáculo, resulta además de incómodo, muy sofocante. Para evitar caídas así, hay que poner remedio. Hay que revisar cómo anda el cinturón, antes de quedarse con las vergüenzas a la intemperie. Hay que tomar precauciones. Y eso que las Marinas no solo han soportado el embate, sino que han crecido y son de las pocas comarcas que pueden sacar pecho. Si te das un garbeo por otras de las que, hasta hace nada, eran de bandera, te percatas de los estragos que han sufrido la mayoría de las formaciones de izquierda. Muchos de sus dirigentes y militantes, aún andan desconcertados y decepcionados. Pero, ¿de qué? Y las respuestas, cuando las hay, son muy diversas, confusas y hasta vacilantes. Las formaciones de izquierda, salvo el PSOE que desde hace 30 años toca poder, en un lugar o en otro, tienen eso sí, una moral a prueba de revolcones y votos esquivos. EU, por poner un ejemplo flagrante, va de derrota fatal en derrota menos abultada, y, sin embargo, de sus cenizas hace valores y verdades como puños y se planta, una y otra vez, en el cuadrilátero electoral, donde hasta ahora no ha hecho más que recibir, y en esta última ocasión, un golpe tan violento, que la ha dejado en condiciones penosas, casi al borde del KO. Posiblemente, le convenga hacer calle -y eso es válido también para las demás formaciones de izquierda- no un par de meses de precampaña y campaña, sino día tras día, tratando de cogerle el punto a las necesidades y demandas de la sociedad de este siglo, y haciendo pedagogía, dentro y fuera de sus cuarteles. Por supuesto, la derrota ha dejado una estela de estupores - pocos la suponían tan contundente, ni el mismo PP, que estaba en ascuas- y de análisis, debates, críticas y muy recomendables autocríticas. Veremos que queda de las conclusiones y resoluciones que se adopten ahora, cuando pase el verano. A la derecha, le resbalan muy razonablemente tales ejercicios. La derecha tiene claro el impacto de cuatro mensajes reiterados hasta la saciedad y la ampliación y lubricación de sus redes clientelares, aunque rueden algunas de sus propias cabezas. A la izquierda no le ha servido de mucho la denuncia de las corrupciones de sus adversarios o amparadas por sus adversarios, la oferta de viviendas protegidas, de mejoras en la educación y la sanidad públicas, de presupuestos participativos, de gestión transparente. La derecha toca el pito y es una sinfonía que moviliza a todo quisque: los intereses mueven montañas, costas y arboledas. La llamada de la izquierda no pasa de canción desesperada. Mejorando lo presente...

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