Basura
ETA es a la política lo que Maite Zaldívar a la televisión, en el sentido de que ocupa más espacio del deseable. Curiosamente el encuentro entre Zapatero y Rajoy a propósito de la banda reprodujo los esquemas narrativos de Dolce Vita y demás mierda televisiva. Mariano estuvo comedido porque para continuar cobrando de los programas basura tienes que dejar en el aire algún interrogante. Me acosté con Fulano, sí, pero no les diré si se la chupé hasta después de la publicidad. La entrevista siguió las pautas de un programa amarillo que ha logrado fichar a la Pantoja. Finalizado el espectáculo, Rajoy adoptó un discurso de hombre de Estado como Rocíito adopta a veces un discurso de mujer digna. Ella da todo por sus hijos y él da todo por su España. Chorradas, sí, pero chorradas que logran un seguimiento masivo, perfectamente traducible en euros o en votos, que viene a ser lo mismo. Lo sorprendente es que Moncloa le cediera el plató y las cámaras. Puede argumentarse que el país necesitaba aquella escenificación como necesita el fútbol, lo cual significa que hemos devenido de electores en mera audiencia. El caso es que el folclórico invitado (Rajoy), quizá para calentar el ambiente, había asegurado antes de entrar en el plató que el Gobierno había roto España, que había vendido Navarra, que se había arrodillado ante los terroristas, que había llevado a cabo el atentado del 11-M en connivencia con las fuerzas de seguridad. Había dictaminado que si ETA ponía bombas era porque el Gobierno había cedido y, si no las ponía, también. Había salido en manifestación del brazo de los obispos y demás basca integrista arropado por banderas preconstitucionales. Había jurado que estábamos gobernados por un inconsciente, un inútil, un bobo, un incapaz, un acomplejado, un cobarde, un prepotente, un mentiroso, un inestable, un desleal, un perezoso, un pardillo, un revanchista, un débil, un sectario, un radical, un chisgarabís, un maniobrero, un indecente, un loco, un hooligan, un propagandista, un visionario, un chapucero, un excéntrico, un estafador, un agitador, un fracasado, un mendigo de treguas y un traidor a los muertos, entre otras lindezas, todas documentadas. Aplaudimos su regreso a la cordura como celebraríamos que a Maite Zaldívar le diera de repente por escribir La crítica de la razón pura. Pero el olfato nos dice que no es posible una cosa ni la otra.
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