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Reportaje:

Cuando el pasto se torna 'combustible'

Medio Ambiente alerta de un riesgo de incendios superior al de veranos anteriores

Manuel Planelles

El intenso calor, que desde la semana pasada azota ya Andalucía, está cambiando el color del campo. Del verde frondoso se pasa al dorado peligro. La primavera ha sido generosa en lluvias y los montes de la región se han llenado de pastos. Pero, cuando aprieta el calor, ese tipo de vegetación se convierte en "combustible fino" para las llamas.

"El problema reside en la velocidad de propagación tan alta que tiene este combustible fino", detalla José Guirado, director general de gestión del medio natural de Andalucía y uno de los responsables del plan Infoca. Cuando salta una chispa en esos pastos secos las llamas se extienden a gran velocidad. "Tienen una velocidad de combustión muy rápida, mucho más que, por ejemplo, un árbol", añade Guirado. "La mejor forma de combatir este tipo de incendios es intentar frenar en origen para que el incendio se quede en simple conato", añade.

"Lo más duro llegará cuando se sequen los matorrales altos y árboles", avisa Guirado
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Desde el mes de mayo está activado el Plan de Prevención y Extinción de Incendios Forestales de la Junta de Andalucía. Pero a mediados de este mes de junio es cuando la Consejería de Medio Ambiente se pone en alerta. El plan cuenta este año con un presupuesto de 194 millones de euros y con una plantilla de 4.100 hombres y mujeres que tratarán de evitar que las llamas no se coman el campo andaluz.

Las previsiones climatológicas, de momento, no son demasiado alentadoras. Según detalla Guirado, este verano habrá "un incremento de temperaturas" respecto al anterior. Además, por el momento, las previsiones científicas no contemplan la posibilidad de que se produzcan precipitaciones como las del año pasado, cuando en pleno agosto llovió copiosamente. "Hay un nivel de riesgo superior a 2005 y 2006", anuncia Guirado. Aunque siempre hay que contar con cambios climatológicos inesperados. Por ejemplo, una tormenta estival. Pero tampoco habría que confiarse ante este fenómeno meteorológico. Porque si la tormenta es seca, sólo de aparato eléctrico, los rayos pueden ser la chispa que encienda el campo.

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A la espera de que unas posibles precipitaciones rebajen "el nivel de estrés" del campo andaluz, lo peor está por llegar. El momento de más riesgo de incendios no es ahora, cuando el peligro está a ras de suelo, en los pastos. Lo más duro llegará cuando se sequen también los matorrales altos y los árboles. "Históricamente hay dos picos complicados", asegura Guirado. El primero se produce a finales de junio, "cuando se registran golpes de calor muy intensos". En los últimos años este "pico" se ha desplazado hasta principios de julio.

El segundo momento crítico es a finales de julio, cuando hay otro incremento de las temperaturas que se prolonga hasta agosto. Guirado señala que, "si en septiembre hay lluvias, ahí se pone fin al riesgo elevado, si no, en la segunda quincena hay otro pico".

Ésta es la teoría del itinerario que marcan las series históricas que maneja la Consejería de Medio Ambiente. Luego hay que tener en cuenta las circunstancias concretas y locales que puedan desencadenar, por ejemplo, un desastre como el del incendio de Riotinto (Huelva), que arrasó 27.000 hectáreas de vegetación en el verano de 2004.

En aquella ocasión, recuerda Guirado, se unieron varios factores adversos: el campo estaba seco, hubo un incremento de las temperaturas, la humedad en el ambiente era muy reducida, se registraron fuertes rachas de viento... El resultado fue una velocidad de propagación de las llamas asombrosa. Lo normal es entre 0,4 y 0,5 kilómetros a la hora, mientras que en aquel incendio el fuego se extendió a 4,5.

Otro de los factores determinantes de aquella catástrofe fue el despoblamiento paulatino del medio rural. El monte ya no es tan rentable y los agricultores no lo trabajan. Los pastos y el ramaje que antes servían para alimentar al ganado y para hacer leña se amontonan en los alrededor de 4,4 millones de hectáreas de monte de Andalucía.

"Este año se han habilitado 5.000 kilómetros de líneas de defensa", sostiene Guirado. Además, "el 67% de los 194 millones del plan Infoca se ha gastado en la limpieza de los montes". Pero Guirado reconoce que, debido a las copiosas lluvias de la primavera, es posible que la limpieza realizada en diciembre y enero no "valga de nada en algunas zonas", porque el pasto "se regenera perfectamente".

Es un problema más de fondo, de cambio de mentalidad. Según Guirado, se necesita que la sociedad vuelva a considerar apetecible el monte. Y las administraciones deben ayudar a que sea rentable de nuevo. Mientras tanto la mejor arma es la concienciación, asegura Guirado.

Y las restricciones, como las sanciones que se imponen por tirar una colilla por la ventanilla de un coche o la reciente prohibición de realizar barbacoas en Andalucía hasta el mes de octubre.

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Sobre la firma

Manuel Planelles
Periodista especializado en información sobre cambio climático, medio ambiente y energía. Ha cubierto las negociaciones climáticas más importantes de los últimos años. Antes trabajó en la redacción de Andalucía de EL PAÍS y ejerció como corresponsal en Córdoba. Ha colaborado en otros medios como la Cadena Ser y 20 minutos.

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