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Reportaje:

Los peligros del exceso

Los directores de los principales festivales de cine español alertan en Barcelona de la superabundancia de certámenes

Tres festivales de cine han coincidido estos días en Barcelona. La penúltima sesión de la Muestra Internacional de Cine Europeo Contemporáneo (MICEC) se solapó el viernes con el arranque de la Mostra Internacional de Films de Dones (que se prolongará hasta el 17 de junio) y con las proyecciones finales del Festival de Cine Judío. No es una casualidad. Bajo nombres dispares (muestra, festival, encuentro), los eventos dedicados al cine proliferan en toda España. Esta semana, en un congreso organizado en el seno del MICEC, los directores de algunos de los más relevantes han alertado de los peligros de esta superabundancia.

"Sobran festivales de cine. Da la impresión de que ahora cualquier forma que se adopte para proyectar películas tiene que ser un festival", resumía José Luis Rebordinos, director del festival de San Sebastián. En su opinión, lo más grave de este fenómeno es justamente que resulte perjudicial a la creación de circuitos estables para la difusión de un tipo de cine que tiene dificultades para encontrar vías de exhibición. Porque los festivales son caros, más en el actual clima de competencia entre ellos ("se busca la exclusividad, y se han llegado a pagar 12.000 o 15.000 euros por el alquiler de una copia para poder proyectarla"). Y no queda dinero para una inversión a largo plazo que permita establecer otros canales de proyección.

José Luis Cienfuegos, director del festival de Gijón, coincide en que la proliferación de este tipo de eventos se traduce en la complejidad para conseguir copias de determinados títulos. Pero vincula este hecho a otro problema, que de acuerdo con las opiniones vertidas por teóricos, críticos, directores y productores en las diferentes sesiones del congreso, es una preocupación común entre los profesionales del cine en Europa: las dificultades de distribución con que se topan muchas de las películas realizadas actualmente en el continente. Si el filme no se vende, obviamente no se hacen copias. Y así, explicó Cienfuegos, en Gijón se ha tenido que aguardar la llegada, procedente de otro festival europeo, de la única copia existente de determinado título.

Inflación

Ángel Sala, director del festival de Sitges, está de acuerdo en que actualmente se produce en España "una inflación de foros donde se ven películas a los que se llama festivales, y no todos lo son". En su opinión, el sello sólo lo merecen los que, además de proyectar películas, realizan toda una serie de actividades paralelas que contribuyen a "la educación de la mirada" del espectador. A juicio de Luis Miranda, responsable del festival de Las Palmas, los festivales obtienen su valor cuando crean un circuito para cine que no suele tener una distribución comercial "y van creando redes de influencia, de tendencias".

Que el exceso y la superabundancia comportan graves riesgos es, pues, una opinión extendida entre los responsables de los principales festivales españoles. Pero algunos contemplan el problema como un pez que se muerde la cola. Manuel Grosso, director del festival de Sevilla, describe un panorama muy condicionado por las aspiraciones y exigencias de las autoridades locales, que son las más implicadas en la subvención de los distintos eventos. Poner un festival en su municipio significa notoriedad, y para alimentarla hay que asegurarse la presencia de figuras mediáticas, con el consiguiente coste presupuestario. La Administración espera un rédito de su inversión. Pero pese a todo, sin este acontecimiento extraordinario probablemente perdería cualquier interés por el cine. "El festival sirve para canalizar un dinero que de otro modo no tendríamos", resume con pragmatismo.

Los directores de festivales coinciden también en señalar el divorcio entre el público, a menudo muy numeroso y entusiasta, de los festivales que organizan, y el que va a las salas. Todos recuerdan más de una película que, tras una acogida extraordinaria en un festival determinado, pasó fugaz, con mucha más pena que gloria, por los cines.

Una de las sesiones más demoledoras del aluvión de debates y ponencias organizados en el marco del MICEC la desarrollaron los críticos, que dibujaron un panorama muy desalentador del cine español.

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