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Columna
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La hora siniestra

A estas alturas de la semana, todos los artículos ya se han escrito. Decenas de análisis han buscado los recovecos del matiz y los micrófonos han hervido con la furia de los momentos trascendentes. A estas alturas de la semana, ¿qué más decir? ETA marca los tiempos del tiempo suspendido, y las agendas políticas se abren con su siniestra amenaza. Nuevamente el mal se alza en las verdes tierras vascas, y lo vasco se retuerce en su tragedia, quizá perplejo. A estas alturas de la semana, puede que alguien ya tenga escrita una diana. Y una puede sentir los llantos que aún no han llegado, las preguntas que se harán los familiares, los cruces de declaraciones que perpetrarán los discursos. Una ya ha visto todo esto otras veces, como si fuera un déjà vu macabro, como si la realidad no tuviera remedio. A estas alturas de la semana, después de haber militado durante meses en una ingenuidad consciente, conscientemente entregados a la densa esperanza, a estas alturas ya sabemos que lo hemos pagado. Los informativos nos leen un panfleto que dicen que es un comunicado. Oigo el ruido de las palabras, trac, trac, trac, que si esto no es una democracia, que si no se dan las condiciones, que si..., y lo suscriben demócratas de toda la vida, unos tipos encapuchados cuya democracia pasa por apretar el gatillo. Las bellas palabras son cuencas vacías de esqueletos, en estas bocas malvadas. Dicen que dan por acabada la tregua, y ahora abren la veda, caza mayor al hombre y a la mujer que están ahí, en su punto de mira, culpables del delito de vivir. Quizá, me dicen, quizá sólo es ruido, amenaza de bajo perfil, cuatro fanáticos jóvenes con poca munición. Puede. Pero estos tipos, cuando amenazan, cumplen, tenemos mucha memoria violenta para corroborarlo. Y aunque no llegaran al punto final, esa vida bajo la amenaza, esos seres humanos que, de golpe, por arte de unos tipos engreídos, fanáticos y mesiánicos, han sido clasificados como posibles objetivos, eso, ¿cómo se vive?, narrativa del miedo. Un solo comunicado, una noticia a hora intempestiva y la vida de muchos se tinta en blanco y negro. Los tipos han señalado sus obsesiones y, de golpe, líderes de varios partidos vuelven a mirar atrás, bajo el coche, de reojo en la esquina, prisioneros de una diletante flecha quizá lanzada. Dicen que lo hacen por una patria, pero las patrias son gente y vida y palabra y complicidad, y estos enfermos desprecian a la gente, arrancan la vida, odian la palabra y no saben tejer complicidades. Pecado de lesa humanidad, usar el nombre de una nación en vano.

Soy consciente de los errores cometidos. A estas alturas de la semana, todos hemos repasado lo que no se debía haber hecho. Yo, por mi parte, soy crítica y así lo he expresado, con todo el lío de la Ley de Partidos, y no entiendo las extrañas decisiones que han acompañado el recorrido de De Juana, ni me parece de recibo jugar a encarcelar un rato a Arnaldo Otegi. Demasiado ruido de palabra gruesa, estos meses de más épica que inteligencia. Demasiada promiscuidad entre política y justicia. Demasiado uso partidista. Demasiado de casi todo. Y ahora los tipos se arriman a los errores para justificar su huida hacia la nada, como si el verbo matar naciera de los errores del vivir. No. Esto es mucho más anterior a todo, porque está en la raíz del sentido de las cosas. ¿Quiénes son estos jóvenes fanatizados, surgidos de los rincones del odio, que deciden a quién le toca morir? ¿En nombre de quién hablan, ellos a los que nadie ha escogido, nadie ha preguntado, nadie ha pedido nada? El huevo de la serpiente habita en estos territorios ignotos del cerebro, donde una idea da paso a un revólver. Sí. Son totalitarios en toda su definición.

A estas alturas de la semana ya se han hecho muchas quinielas. En los ambientillos del periodismo se habla a destajo de elecciones. Le han complicado la reelección a Zapatero, eso resulta evidente. Se movió en los márgenes estrechos del sentido común, atisbó horizontes lejanos y le han dinamitado el horizonte. ¡Bum!, un comunicado, y todas las esperanzas a la basura. Tendremos que hablar de todo esto con serenidad. De los errores de ZP, que los ha habido; el tema de ANV, extraño, feo; la bronca de Rajoy, que ha sido persistente y sonora; la poca categoría política que ha decorado todo este proceso, si la comparativa con el caso irlandés es pertinente. Tendremos que hablar con serenidad de la poca madurez que a veces mostramos, especialmente cuando la historia se escribe en mayúsculas. Tendremos. Sin embargo, a estas alturas de la semana, escaso es, aún, el tiempo. Si pudiera, escribiría el silencio. Como un recogimiento. Como un dolor íntimo. Porque, por muchos análisis que hagamos, y por mucha crítica cruzada que lancemos a las decisiones políticas, lo más relevante es que, desde el miércoles, hay ciudadanos, colegas míos, gente con la que me cruzo, gente a la que conozco, gente a la que veo en televisión, con sus vidas, sus planes de futuro, sus proyectos, sus grandezas y sus defectos que han sido marcados. Y, aunque no les pase nunca nada, esa marca duele a rabiar. Eso es el comunicado de ETA: una marca en la espalda de los elegidos para morir. Y esa sola idea es una derrota tan profunda que escribiría el silencio, incapaz de escribir la rabia. Hora siniestra, la hora de hoy. Como el despertar de la serpiente, cuando rompe el huevo.

www.pilarrahola.com

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