4.000 'mossos' piden la dimisión de Saura tras la difusión de malos tratos en comisaría
Jóvenes antisistema organizan una contramanifestación para denunciar los abusos policiales
Más de 4.000 mossos d'esquadra, de los 12.000 que integran el cuerpo, tomaron ayer las calles del centro de Barcelona para exigir la dimisión del consejero de Interior de la Generalitat, el ecosocialista Joan Saura. Los agentes acusaron al Gobierno catalán de haber "permitido el descrédito" de la policía catalana, después de que cámaras ocultas revelasen la existencia de al menos dos casos de malos tratos a detenidos en la comisaría central de Barcelona. Durante la manifestación, respaldada por todos los sindicatos, se produjeron algunos enfrentamientos con jóvenes antisistema.
Minutos antes de las seis de la tarde, los líderes de los sindicatos convocantes -incluido el de mandos, que agrupa a intendentes y comisarios- calentaban motores en el corazón de Barcelona: la plaza de Cataluña.
"Va a ser una protesta muy masiva. Traemos autocares desde todos los rincones de Cataluña", auguró David Miquel, del Sindicato de Policías de Cataluña. No se equivocó. En pocos minutos aparecieron cientos de mossos por todas partes. Y aunque vestían de paisano y no lucían ningún logotipo sindical (por tratarse de una manifestación unitaria), no resultaba difícil reconocerles por su aspecto.
La marcha, que había sido autorizada, transcurrió de forma pacífica. Los responsables del cordón de seguridad formado por los sindicatos trataban de mantener el orden en las filas policiales. Los agentes fuera de servicio -custodiados en todo el trayecto por unidades antidisturbios- gritaban y silbaban en favor de la "dignidad policial" y por el "reconocimiento social" de la labor que realizan de forma diaria.
Un trabajo que, a su juicio, está siendo "cuestionado sistemáticamente" desde que el Departamento de Interior dio a conocer en rueda de prensa dos casos de malos tratos a detenidos: la paliza que cuatro agentes propinaron a un joven en la sala de cacheos, y el bofetón que una agente dio a una ciudadana rusa esposada. Las imágenes salieron a la luz y fueron visitadas por miles de personas en Internet.
Ésos y otros polémicos episodios -como el uso de armas no reglamentarias en una manifestación, o la muerte de un detenido durante un traslado en coche patrulla- han deteriorado la imagen pública de los Mossos.
"¡Guarro, lávate!"
"Estamos hartos. Hace poco, una pareja de mediana edad nos llamó torturadores sin más", explicaron ayer Laura y Xavi, dos jóvenes que patrullan juntos en Mataró. "A mi yerno ya no le respetan. Este gobierno hace más caso a los delincuentes que a los policías", comentó Teresa Girona, una anciana que también se enganchó en la solapa la pegatina naranja: "Por la dignidad policial. Digamos basta".
A la protesta se sumaron representantes de sindicatos policiales europeos (como Eurocop) y cuerpos policiales estatales (Policía Nacional y Guardia Civil) y autonómicos (Ertzaintza). La policía vasca tiene en vigor desde 2003 un protocolo sobre malos tratos que incluye la instalación de cámaras de vídeo en las salas de interrogatorio de las comisarías. Saura, que se ha propuesto instalar cámaras en todas las dependencias policiales, defendió por la mañana la "dignidad" de los Mossos aunque haya "manchas muy minoritarias". Pero por la tarde, fue el blanco de todas las críticas.
La marcha llegó a su punto culminante frente a la sede del Departamento de Interior. Los sindicatos leyeron un manifiesto en el que mostraron su "indignación y malestar" por los últimos casos en los que, a su juicio, se ha "prejuzgado y desprestigiado" a los Mossos. "La responsabilidad de facilitar, promover y permitir el descrédito es de Interior", alegaron.
La marea policial descendió por la Via Laietana, sede también de la Jefatura Superior del Cuerpo Nacional de Policía. Un agente uniformado aplaudió a los mossos desde el balcón, y éstos respondieron con una larga ovación.
Durante el trayecto se produjeron pequeños enfrentamientos verbales entre policías -algunos, muy enfadados- y jóvenes antisistema que se cruzaron en su camino. Un chico sonriente, con nariz de payaso y un cartel en el que pedía "paz, amor y libertad" se acercó a los mossos y fue reducido. En una suerte de catarsis colectiva, los agentes le gritaron "¡Guarro, dúchate!" y cantaron "okupa el que no bote". Eso, a pesar de que se habían conjurado para "no caer en provocaciones". Otro grupo de jóvenes desplegó una enorme pancarta que cubrió parte de la fachada de un edificio y en la que se podía leer: "Mossos mentirosos, prepotentes, torturadores y asesinos".
Los mossos llegaron pasadas las 19.30 horas a la plaza de Sant Jaume, sede del Gobierno catalán. A escasos metros se situaron unos 300 jóvenes de grupos antisistema, custodiados por un fuerte cordón policial apoyado por agentes antidisturbios de la Guardia Urbana de Barcelona. Poco después, la manifestación y la contramanifestación se disolvieron sin más.
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