Me voy a echar la quiniela
Una de las cosas que más me gustan en el mundo es ir a echar la quiniela. Lo hago cada semana con mi asesor futbolístico, un verdadero enfermo de los juegos de azar. Así que, una semana más, vuelvo a tener esperanzas de convertirme en millonaria. (Si ocurre, lo sabrán porque yo no tengo secretos para ustedes).
La semana pasada fue muy rara (quinielísticamente hablando), porque había una mezcla extraña de partidos internacionales y de Segunda División. Por ejemplo, tenías el partido Letonia-España, tenías el Francia-Ucrania, tenías el Bélgica-Portugal y tenías el Dinamarca-Suecia. Pero también el Hércules-Lorca, el Castellón-Ponferradina y el Tenerife-Vecindario. Este último, por cierto, me hizo fracasar en mis pronósticos. Como ven, estoy muy lejos de ser el famoso Pitoniso Pito. El Vecindario iba el último y no se jugaba nada, así que yo, tonta de mí, puse que perdía. El caso es que ganó. También fracasé con el Letonia-España, aunque era un fracaso un poco anunciado. Puse que España empataba, en mala hora. Mi asesor quinielístico puso que ganaba. En fin, saqué un miserable cinco.
Pero esta semana, la penúltima, me estoy concentrando para conseguirlo. Para ello, como les digo, cuento con mi asesor quinielístico, que no sólo me aconseja, sino que me deja copiar sus resultados. Una columna vale medio euro y, como mínimo, tienes que hacer dos. Pero mi asesor me aconseja que haga un doble. Para mi desgracia, la semana pasada uno de mis dobles era el Las Palmas-Salamanca. Le puso un uno y un dos. Salió una X, maldita sea mi suerte.
Mi asesor, que sabe más que yo, hace lo que se llaman Quinielas Reducidas. Puedes hacer muchos dobles y triples, pero a un precio más barato. A cambio, la combinación ganadora debe estar entre unas cuantas válidas que están impresas en el reverso del boletín. Todavía hay otra que es más complicada. Se llama condicionada y es de color amarillo. Ni siquiera mi asesor la entiende. Les diré, por cierto, que tanto mi asesor como yo probamos suerte con la quiniela hípica, en homenaje a Bukowski. Pero nuestro método era malo. Decidíamos el caballo ganador en función del nombre que nos gustaba más. Nunca ganó Rumboso y abandonamos.
Así pues, mi asesor y yo nos dirigimos a rellenar la quiniela a nuestro establecimiento habitual. Lo hacemos allí, en la barra de formica que hay habilitada para esto y con los bolígrafos sujetos con un plástico en espiral para que nadie los robe. En algunas casas de apuestas tienen brujas de la suerte e imágenes de san Pancracio. La nuestra es muy austera. Hasta hace poco estaba regentada por un matrimonio mayor que despachaba boletos al tiempo que le hacía mimos a un loro que estaba en una jaula. (Un loro, por cierto, que, a causa de los puros de los clientes, aspiró más humo en su vida que todos los componentes del ballet Zoom de Giorgio Aresu cuando acometían las coreografías del programa Aplauso). Cuando esperabas turno, el bicho no dejaba de emitir ese silbido que hacían los albañiles de antes cuando pasaba una mujer guapa por la calle. (Ahora quedan pocos albañiles autóctonos y a los pocos que quedan a lo mejor les da miedo silbar por si les llaman sexistas). El caso es que ahora el matrimonio ya no está, el loro tampoco, y el que se encarga de las apuestas es un señor peruano de larga trenza morena y ropa muy transparente. Es un gran experto en quinielas y todos los parroquianos sabemos que un día dejará de trabajar allí porque ya lo habrá conseguido. Será rico. De hecho, todos nosotros esperamos serlo algún día también. La señora que viene con la quiniela hecha en casa y espera su turno con el carro de la compra, la pareja que viene siempre en chándal y discute, los señores con el puro que huelen a Floid y que se quejan de los resultados de la semana pasada... Así como en los salones recreativos es muy frecuente ver a ciudadanos chinos, en los establecimientos de quinielas no faltan los latinoamericanos.
Mi asesor y yo empezamos a evaluar los resultados de esta semana, la penúltima. Sobre todo en Segunda División, porque como hace semanas que los equipos que tenían que subir ya han subido y los que tenían que bajar ya han bajado, hay mucho partido tonto. Por ejemplo, los del Tenerife y los del Salamanca, que se van a enfrentar, no se juegan nada. Parece que tendrían que terminar cero a cero, pero, claro, al mismo tiempo son partidos muy imprevisibles. Puede ocurrir, como con el partido Tenerife Vecindario, que ganen los de fuera de casa. En este resultado, pues, mi asesor y yo no nos ponemos de acuerdo.
El partido más difícil que hay, el Zaragoza Madrid, es el pleno al 15 así que no cuenta entre los 14. Sólo en caso de que acertemos todos los partidos contará. De todas formas, aunque mi asesor, antes de decidirse por un uno, una equis o un dos consulta la página web de El Mundo Deportivo para saber quiénes son los lesionados o los sancionados, tiene una norma que no falla. Él, pase lo que pase, en su quiniela pone que el Madrid gana. Al ser un culé recalcitrante, lo hace por una razón muy comprensiva e inteligente: si el Madrid pierde, puede alegrarse como buen culé, pero si gana, al menos, no le da tanta rabia y le sirve de algo. Al Barça le pondrá que gana. Espero que no se equivoque.
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