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La ofensiva terrorista
Columna
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Un plan B "más temprano que tarde"

Lo vital, la unidad de las fuerzas políticas democráticas ante la espada de Damocles asesina de ETA, no se produjo ayer. Aunque no le gustara la intervención del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, el Partido Popular podría como primera reacción cerrar filas contra la banda terrorista. No le faltaría tiempo para precisar su posición. Pero, no. Eduardo Zaplana y Mariano Rajoy quisieron dejar claro que precisamente en el día en el que los terroristas se disponen a reanudar la violencia, el enemigo principal es el Gobierno. Una de las voces que ha apoyado a Zapatero, desmarcándose de sus compañeros de fila, ha sido la de Miguel Sanz, que aspira a que los rumores solventes -anteriores al comunicado de ETA- sobre el posible apoyo del PSOE a un Gobierno de UPN minoritario en Navarra sean una realidad.

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Sí, aunque no les hubiese gustado el discurso de Zapatero. El presidente del Gobierno utilizó, una vez más, la plantilla de la declaración de José María Aznar leída ante los medios de comunicación el 28 de noviembre de 1999 tras la ruptura de la tregua. Aznar comenzó su discurso así: "Pero ETA se equivoca. ETA se equivoca de nuevo cuando desoye el clamor unánime de la sociedad en favor de la paz y de la convivencia pacífica". Aznar enumeró las medidas adoptadas en aquel "proceso de paz", subrayó el acuerdo unánime del Congreso de los Diputados con las decisiones del Gobierno y terminó con esta frase: "El Gobierno ha hecho, hace y hará cuanto esté en su mano para buscar los caminos de una paz definitiva. Pero, al mismo tiempo, lo ha hecho, lo hace y lo hará desde el más estricto respeto de las normas del Estado de derecho y garantizando en todo caso los derechos y las libertades de todos. Tengo la seguridad de que triunfará la voluntad de paz que todos los españoles compartimos y de que, entre todos, haremos realidad ese camino de esperanza".

Zapatero empezó con idénticas palabras: "ETA vuelve a equivocarse. Su decisión va radicalmente en la dirección contraria que desean la sociedad vasca y española". Se diferenció de Aznar, dirigiéndose "singularmente" a los ciudadanos vascos, y manifestó su esperanza en el respaldo "unánime" de los partidos. Y terminó con el argumento de Aznar con esta frase: "Estoy convencido de que más temprano que tarde, la sociedad española conquistará definitivamente la paz. Me empeñaré en que se alcance cuanto antes".

Pero, ¿por qué iba Rajoy, que era ministro de Educación en noviembre de 1999, a respaldar una declaración similar a la de Aznar cuando su partido ha convertido los contactos del Gobierno con ETA en el centro de una campaña electoral que ya lleva años y que entra en su recta final? No había posibilidad.

Zapatero tenía necesidad de un plan B antes del brutal atentado de Barajas, cuando se rompió de verdad el alto el fuego. No lo tuvo. Pero tampoco quiso ponerlo en marcha después. Siguió en la lógica de un proceso ya abortado quizá para no echar leña al fuego. ETA culminó su propaganda política (manipulación de sus simpatizantes) el 27-M. No es que se equivoca. Vuelve a la carga.

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