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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Paradojas en la vivienda

Aunque las profecías apocalípticas sobre la explosión de la burbuja inmobiliaria no se han cumplido, lo cierto es que los indicadores del mercado de la vivienda en España muestran una desaceleración evidente y, al mismo tiempo, los problemas sociales provocados por la carestía del metro cuadrado siguen sin resolverse. Los precios están aterrizando con cierta rapidez, hasta el punto de que desde algunas casas de análisis se aventura que en 2008 tan sólo aumentarán en torno al 5%; y la construcción de vivienda está perdiendo impulso, con predicciones de que en los próximos dos años se construirán entre 300.000 y 350.000 casas menos cada ejercicio. Las predicciones no tienen valor numérico en sí mismas, pero reflejan una expectativa de desaceleración que se está adueñando del mercado. Que no es mala en sí misma, puesto que el objetivo de la política económica era frenar el encarecimiento desaforado de los pisos y enfriar la construcción, pero que conviene graduar para evitar sorpresas desagradables.

Para las constructoras e inmobiliarias, la desaceleración del mercado no representa un problema grave mientras la economía y el empleo sigan creciendo. Por esta vía se garantiza que se mantendrán niveles razonables de demanda de vivienda; la diversificación de actividades de los grupos constructores -recuérdese la irrupción del ladrillo en el capital de las compañías eléctricas. Para el sistema financiero, la reflexión es similar: mientras crezca el empleo habrá una primera barrera para limitar el crecimiento de la morosidad.

Pero sí existe un problema para los compradores de vivienda. Porque la hipoteca sigue encareciéndose, debido a la subida de los tipos de interés, la deuda de las familias aumenta y determinados grupos de población -para los jóvenes, sobre todo- tienen que dedicar casi el 70% del sueldo a financiar su casa. El mercado no ha perdido rigidez, porque la vivienda en alquiler ni aumenta ni se abarata y la vivienda en propiedad se mantiene todavía en niveles de precio inaccesible para salarios medios y bajos.

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Los pisos en propiedad nunca serán baratos. Además de proporcionar un cobijo, constituyen un instrumento de ahorro patrimonial y se han convertido en un activo que se mide todos los días en Bolsa. Pero la tarea del Gobierno es evitar que se dispare el grado de inaccesibilidad para las rentas medias. Ésa es la parte difícil de la política de vivienda; al menos, aquella en la que hasta ahora no se aprecian resultados.

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