"Me interesa más la mirada que la estética o la retórica"
Cristina Cerrada (Madrid, 1970) tiene una singular visión sobre el matrimonio. Coincide con Levi-Strauss en que se trata de un intercambio de prestaciones totales, incluyendo bienes materiales, valores sociales, privilegios, derechos y obligaciones. En Alianzas duraderas, la autora decide bucear en el mundo interior de una pareja ¡felizmente casada! para comprobar dónde reside la fuerza del matrimonio y por qué el intercambio "no resulta siempre tan diáfanamente ventajoso, sino que a veces puede acarrear una considerable pérdida de integridad, identidad y hasta de cordura". Cerrada empezó a escribir Alianzas duraderas como una comedia ligera, pero a partir de la página 60, que es "cuando las novelas comienzan a tomar forma, la trama fue replegándose y se quedó en algo un poco más duro, una especie de comedia dramática. La idea original estaba relacionada con el sentimiento de la castración, no tanto en el sentido literal como lo que se relaciona con la idea de vivir con las pérdidas y los sacrificios".
"¿Hasta qué punto el abandono de la propia identidad y de las fantasías que te han acompañado durante los primeros años de tu vida son tolerables después de tanto desprendimiento?", se pregunta la escritora. Desde luego, la respuesta no está en el libro. Las novelas, dice Cerrada, "no se escriben para responder preguntas sino para plantear cuestiones". Cerrada reconoce que no tiene una visión idealizada del amor, pero tampoco su mirada resulta detractora. El amor romántico, como final de una trama le parece "una estafa". La idea de la autora es que para ganar hay también que perder y, a veces, la pérdida es proporcional. "El sentimiento de protección que proporciona la familia no se puede comparar al de ningún fármaco o ansiolítico". Es más, su terapia para salvar la vida en pareja con el paso de los años pasa por "correr un tupido velo entre los sentimientos y la realidad". El protagonista de su novela se hace reflexiones del tipo: "En sujetador y bragas, Estela podía pasar por una bailarina de striptease. ¿Cómo haría para ponerle cachondo aun resultando insoportable?".
Alianzas duraderas narra las desventuras de Bernabé Leblanc, un cuarentón expulsado de su puesto como investigador de antropología de la universidad, que acaba supervisando papeleras y se ve obligado a mudarse, con su mujer, sus cuatro hijas y su nieta, a casa de su suegro, un jubilado que no para de ligar. En plena crisis, una antigua novia le ofrece un empleo para investigar a los etoro, una tribu de homosexuales de Nueva Guinea.
A lo largo de la
novela se descubre el interés de Cerrada por el realismo norteamericano, en la estela de Raymond Carver. Utiliza un lenguaje claro y directo sin muchas concesiones al perifollo y sus personajes, ciudadanos corrientes, aparecen como seres desvalidos y atormentados por la complejidad que supone la vida íntima y las relaciones laborales. La infidelidad, abordada desde el sentimiento de culpa que proporciona, planea sobre ellos. Reconocerse en esos orígenes supone un halago para esta narradora que se define como una gran deudora de ese estilo literario. "Reconozco que me interesa más la mirada que la estética o la retórica", aclara. "Me gusta esa visión del mundo como un lugar bastante desprotegido y donde domina la forma de vida urbana. Al final no es tanto lo que leo como lo que miro". Dice esta escritora que ha obtenido premios como el Ateneo Joven de Sevilla, por Calor de Hogar S.A., y el Casa de América por sus cuentos.
Alianzas duraderas. Cristina Cerrada. Lengua de Trapo, Madrid, 2007. 309 páginas. 21,85 euros.
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