La explosión de Patraix empuja al PP a pactar el cierre de la central
Los vecinos seguirán movilizados hasta que el traslado sea efectivo
El reglamento del pleno no permite los aplausos, pero ayer nadie reprochó a los vecinos de Patraix que celebraran el acuerdo unánime de los grupos políticos para mantener cerrada la subestación eléctrica. La explosión del pasado 15 de mayo empujó al gobierno del PP a pactar con la oposición la clausura y el traslado de la instalación, una propuesta escuchada en numerosas ocasiones en el pleno en los últimos dos años.
Fue un debate inusualmente tranquilo y sin las clásicas pancartas de apoyo a la alcaldesa en los palcos del hemiciclo. La tensión de los últimos meses se quedó a las puertas, y tras las felicitaciones de rigor a Rita Barberá, ratificada por las urnas, los concejales en funciones tomaron asiento con el propósito declarado de "no enzarzarse", como dijo el portavoz socialista, Rafael Rubio. Entre los invitados, numerosos vecinos de Patraix, expectantes ante la posibilidad de ser testigos de uno de los pocos acuerdos unánimes en el Ayuntamiento de Valencia en los últimos años. Al final hubo pacto del PP y la oposición y la subestación se mantendrá cerrada mientras se negocia su traslado.
No era la primera vez que los afectados intervenían con la petición de clausura de la subestación, pero ayer sus palabras alcanzaron una fuerza especial por la explosión del 15 de mayo y marcaron el tono del debate. "Quiero transmitir que el deseo de los padres es que esta intervención no caiga en saco roto, como ha ocurrido otras veces, y que sólo sirva para que ustedes empiecen a debatir y tirarse la responsabilidad los unos a los otros", pidió Félix Quintana, del AMPA del colegio Tomás de Villarroya. "Señora alcaldesa, señores concejales: la subestación es peligrosa. Recalifiquen su actividad y sigan las recomendaciones de la Síndic de Greuges (...) y aléjenla de los núcleos urbanos", instó la representante de la asociación vecinal de Favara. También habló Natalia Galán, estudiante de 14 años -en "actividad extraescolar", según la alcaldesa-, que reprochó al Ayuntamiento que concediera una licencia de actividad inocua a la subestación e intentara venderles "la cabra" de que no es peligrosa. "Les repito la palabra que este suceso merece por parte de mis compañeros: penoso", zanjó Natalia.
"Si hubiesen escuchado a los vecinos hace dos años, no estaríamos aquí", señaló la concejal de EU-L'Entesa, María Victoria González, que exigió el traslado de la central y la revisión de la licencia. Rubio miró a la alcaldesa y aseveró que "por la vía de los hechos, con la orden de cierre, ha reconocido que la actividad es peligrosa".
La oposición pidió el pleno extraordinario tras el suceso del 15 de mayo y el PP respondió ayer a la explosión y a dos años de movilización vecinal con una propuesta de acuerdo que ratifica el cierre de la subestación ordenado por Barberá; exige conocer las causas y depurar responsabilidades; reitera el ofrecimiento a Iberdrola y Red Eléctrica de España de trasladar la instalación mediante una permuta de suelo, y pide un plan energético a las eléctricas y al Ministerio de Industria con el acuerdo municipal y de los vecinos. La moción la defendió el edil Jorge Bellver, quien aceptó que el suceso demuestra que la central "es peligrosa", de nuevo desvió la responsabilidad al Gobierno, y recordó que el PP ofreció a Iberdrola el traslado y ésta no aceptó. Por ello, Rubio y González exigieron garantías de que los populares no se encogerán de hombros si las eléctricas rechazan el cambio. Bellver ratificó que no habrá reapertura, salvo que lo exija la justicia, y afirmó que hay suelo disponible.
Barberá levantó la sesión tras añadir que el pacto se remitirá a Industria, la Generalitat y las empresas. Hubo aplausos y lágrimas entre los afectados, que alzaron al palco a González para agradecer su apoyo -ella y Antonio Montalbán se despiden del hemiciclo, que no tendrá representante de EU-. os afectados mantienen su denuncia judicial y no bajarán la guardia hasta que sea efectiva la mudanza. "Hasta que no lo vea...", repetían.
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