Oportunidad y riesgo
Será difícil que los socialistas acepten la colaboración que les ofrece la UPN para gobernar conjuntamente en Navarra mientras ese partido no rectifique sus acusaciones e insultos, respondió ayer Zapatero a Rajoy en la sesión de control. El presidente precisó que difícil no significa imposible. Así que de sus palabras no se puede deducir qué prefiere (la decisión la tomará el PSN el viernes): pactar con Nafarroa Bai (y con IU), respaldar a UPN o dejar que estos últimos gobiernen en minoría. La contradicción entre lo dicho por UPN en la campaña y la oferta actual es un argumento, pero también el candidato del PSN, Fernando Puras, dijo cuatro días antes de las elecciones que si su partido quedaba en tercer lugar, como ha ocurrido, no gobernaría.
Los resultados ofrecen a los socialistas una oportunidad, pero al precio de asumir algunos riesgos no menores. La oportunidad de regresar al Gobierno tras los escándalos de corrupción que les hundieron a mediados de los noventa, y de favorecer desde las instituciones navarras una política integradora del nacionalismo. Riesgos: que ese paso divida a la sociedad navarra en dos bloques equivalentes (algo que hasta ahora no había ocurrido) y también al propio partido socialista, dentro y fuera de Navarra.
No había ocurrido porque una mayoría de aproximadamente el 80% ha venido respaldando el estatus actual, sólo cuestionado por una minoría nacionalista de en torno al 20%, en la que la fuerza mayoritaria era Batasuna. Con la escisión de Aralar y la aparición de la coalición NaBai, ese sector se caracteriza ahora por su condena de la violencia de ETA y la aceptación de hecho de Navarra como marco político diferenciado, aunque sin renunciar al objetivo último de reunificación en determinadas condiciones. En teoría existe, por tanto, la oportunidad de integrar a esa minoría y de dar satisfacción a algunas de sus reivindicaciones en terrenos como la lengua, sin ofender a la mayoría. Y aunque sería exagerado hablar de mandato de las urnas, existe por primera vez en muchos años la posibilidad de intentarlo.
Pero no a cualquier precio. No si implica contar con los votos de ANV en el Ayuntamiento de Pamplona como parte del acuerdo, según plantea NaBai. Una cosa es que no haya podido demostrarse la vinculación de determinadas listas de ANV con Batasuna y otra que los partidos democráticos acepten pactar con una fuerza que durante la campaña se ha abstenido de condenar la violencia de ETA y de las cuadrillas de acoso. No al de aceptar un programa de gobierno que suponga el cuestionamiento institucional de Navarra. Y no al de ignorar que la UPN ha aumentado su número de votos, aunque no haya alcanzado la mayoría absoluta. La UPN ha gobernado de manera sectaria, lo que ha dividido a la sociedad navarra e irritado a sectores más amplios que los identificados con el nacionalismo. Ello legitima el intento de alternativa, pero no a cualquier precio.
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