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Columna
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La pelota en el tejado

Y qué nervios. Después de ver y de escuchar cuanto nos jugamos en estas elecciones, se pueden hacer, por lo menos, dos cosas, a saber: meter la cabeza bajo la indolencia y que apenquen los demás, o darse un garbeo por el colegio y observar cómo proceden los otros vecinos, hasta tener la certeza de que la urna nunca muerde la mano que le da de comer.

Lo que sí puede devorarle, con su negligencia dictada por el miedo o la apatía, es lo que salga esta misma noche de esa urna, de la que finalmente ha pasado. Puede devorarle sus derechos, su parte del medio ambiente, de hospitales, escuelas y servicios públicos, de calles y plazas, de patrimonio arquitectónico e histórico, de arbolado y playas, y luego si quiere reclamar por cualquier abuso o desatino, que vaya al maestro armero, porque en una alcaldía de la derecha montaraz, ni en pintura.

La abstención es la más firme y leal aliada de la reacción. Quien no vota, y en estas circunstancias aún más, con su pasividad, favorece componendas, corrupciones y saqueos del territorio. Porque el voto no es una papeleta. El voto es conciencia cívica, responsabilidad y participación. Y consecuentemente es también, o debe serlo, una exigencia de transparencia y ética democráticas, en la gestión y gobierno de ayuntamientos y autonomías, y una insobornable actitud crítica, siempre vigilante, salga quien salga, que la soberanía es del pueblo y los demás, a su servicio.

Después de dos semanas de campaña, con un Aznar echando mano del disparate y azuzando a Rajoy hacia el abismo, por aquí nos quedan aún los despojos del zaplanismo, un Camps que verraquea por atornillarse en el Palau a toda costa, un Fabra vacilante, de imputación en imputación, y su segundo que se enriquece con el prodigio de las donaciones de sus vecinos, la espectacular faraona Rita Barberá, un Díaz Alperi, que a última hora y en una pirueta patética, ofrece al PSOE un pacto contra los comunistas - pero en qué cómic vive este hombre-, y otros chistes así, por el estilo.

Con estos mimbres, un día de reflexión, es toda una eternidad. Quien apueste por una sociedad justa, equitativa, tolerante y de progreso, habrá despachado sus improbables dudas, en cuestión de segundos, y el resto a darle al mus, a la lectura o a la playa. Pero, hoy, qué nervios. Mire, si ya han abierto los colegios electorales, a cumplir.

El viernes, en un mitin de cierre, un sindicalista muy ecuánime y razonable, decía: No estoy preparado, para soportar cuatro años más a los del PP. Según parece, son muchos los que no lo están.

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¿Y cómo desalojar a los populares de unas instituciones, a las que han vampirizado, durante tanto tiempo?, pues acudiendo a las urnas, con las ideas muy claras de que queremos, y merecemos, un país de todos y para todos. Es decir, un país que se sacuda de encima tanta prepotencia y que no tolere permanecer bajo la bota de las mayorías absolutas.

Puede ser esta noche. Pero, ¿ y si mañana vemos los mismos caretos que de costumbre? Qué nervios. Aunque por poco, la pelota sigue en el tejado.

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