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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La ley del más fuerte

Hace unos días me vi envuelto en una situación surrealista e inverosímil en el aeropuerto de Madrid al querer tomar el avión a Vigo. Tras varias horas de espera, debido a una tormenta que había retrasado, entre otros, dos de los vuelos de Barajas a Peinador, se anunció por fin el embarque de nuestro avión, después del largo calvario habitual en estos casos: la compañía (Iberia) dando largas, negando saber nada, dejando al cliente en la incertidumbre de si su vuelo llegará a salir o no, poniendo excusas tontas para intentar librarse de dar el libro de reclamaciones, etcétera.

Pero hete aquí que la odisea que creíamos acabada no hacía más que entrar en su capítulo más rocambolesco: algunos de los pasajeros del vuelo a Vigo anterior decidieron que si su avión no había despegado aún el nuestro tampoco debía hacerlo, por lo que se colocaron en la puerta de embarque bloqueándonos el paso, llegando algunos de ellos a colarse en el finger que lleva al avión. Ante los atónitos ojos de los que quedábamos por embarcar, ni los empleados de seguridad del aeropuerto ni la Guardia Civil, que tardaron un rato largo en llegar, movieron un dedo para permitirnos pasar; se quedaron allí dejando que unos pocos energúmenos se salieran con la suya, se crecieran e intimidaran e insultaran a cualquiera que les hiciera algún reproche. El vuelo finalmente despegó sin varios pasajeros, que nos tuvimos que quedar en tierra hasta el día siguiente, mientras los saboteadores se fueron tan tranquilos y salieron en su avión hacia Vigo poco después.

Ejemplos como éste dejan patente la indefensión del consumidor, la pantomima que son los molestos controles de seguridad del aeropuerto, absurdos si luego es tan fácil sabotear la salida de un vuelo, y sobre todo que en este país seguimos creyendo que la democracia consiste en que la autoridad sea blanda o no actúe, con lo que vivimos bajo la ley del más fuerte y más sinvergüenza.

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