Zanjas
Por mucho que los que mandan se apresuren en terminar tanta infraestructura como tengan tiempo antes del día 27, yo sigo viendo la ciudad llena de obras que me obligan a caminar o conducir con extremo cuidado si no quiero caer dentro de una zanja y que, por no ser capaz de salir, falte el domingo a mi primera cita con las urnas madrileñas. Miedo me da si al final acabo cayendo y tengo que pedirle ayuda a los aspirantes a alcalde. Sebastián y Gallardón se pondrían a discutir si cogerme de la mano izquierda o de la derecha para levantarme y, como nunca llegarían a un acuerdo, acabaría ahogándome cuando el agua de la tormenta inundara el agujero.
Algo similar es lo que pasa con los problemas municipales. Sonará a utópico y demagógico, pero si todos coinciden en que faltan viviendas, colegios y hospitales, ¿por qué no trabajar juntos para hacer una residencia de ancianos en vez de preocuparse por quién saldrá en la foto con los abuelos el día que la inauguren? Pero lo más triste es que la campaña ya ni siquiera se centra en cuál de los candidatos va a ser más bueno con los jubilados, sino en cuál es capaz de echar más basura sobre el otro para hacerle perder.
Después de tanta acusación cruzada llega un momento en el que incluso yo temo tener algún vínculo con la Operación Malaya. Igual que en los programas de telebasura, se busca cualquier relación, por indirecta que sea, para desprestigiar al adversario. Por desgracia los chanchullos que se lleven a cabo en el Ayuntamiento de Madrid nunca tendrán tanta audiencia como si sucedieran en la finca de una folclórica. Y precisamente por eso, porque ni interesan ni motivan al telespectador medio, creo que van a ser pocos los que irán a votar después de un final de campaña tan aburrido.
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