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Reportaje:

Kosovo limita con Serbia y con Rusia

El veto de Moscú, última baza de Belgrado para evitar la independencia de la provincia

Ramón Lobo

Tras 16 años de guerras, derrotas, bombardeos de la OTAN y decepciones, Serbia parece vivir su última gran ilusión: un prodigio de última hora evitará la independencia de Kosovo (el 15% de su territorio) o lo maquillará en un sinónimo menos humillante y doloroso. El prestidigitador se llama Rusia, que con su derecho de veto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas podría bloquear la secesión de una provincia que los libros de texto serbios califican de "corazón de su cultura, espiritualidad y religión". Pese a esa quimera lubricada por la propaganda oficial, fuentes del Gobierno reconocen que nadie en Moscú les ha prometido nada.

"Estamos dispuestos a dar a los albaneses de Kosovo una autonomía absoluta con dos únicos límites: no podrán pertenecer a la ONU ni tener Ejército", comenta un asesor del presidente Borís Tadic, que prefiere mantener el anonimato. Otros desempolvan la partición de Kosovo -la anexión de tres municipalidades habitadas por serbios al norte del río Ibar que cruza Mitrovica- como última trinchera. Recuerdan al asesinado primer ministro serbio, el reformista Zoran Djindjic, quien dijo: "Necesito un 10% para vender la independencia en Serbia", pero olvidan que dos tercios de los 100.000 serbios, que aún permanecen en la provincia y viven al sur del enclave, quedarían desprotegidos.

Un alto cargo afirma que la independencia creará "un peligroso precedente" en Europa

"El Gobierno está fuera de la realidad. Nadie parece preocuparse por el día después, y si preguntas, responden que no va a suceder y que si ocurriera ya lo pensarán. Se trata de un caso de negación masiva de la realidad que afecta a casi todo el espectro político. La intervención rusa ha sido negativa. Ellos manejan sus cartas en el Gran Juego con Estados Unidos; Kosovo es sólo una pieza de intercambio, pero han despertado las ilusiones de los nacionalistas y de parte del Gobierno que tenían asumida la separación. No es sensato creer que los albaneses van a aceptar ahora la autonomía [Slobodan Milosevic la suprimió en 1989] o prorrogar unas negociaciones que nunca terminarían", asegura Dejan Anastasijevic, periodista del semanario Vreme.

Aleksandar Vuco, psiquiatra y experto en trauma colectivo, afirma que Serbia necesitará otros 10 años para finalizar la catarsis. "Kosovo es un problema creado con el que es muy sencillo manipular y obtener votos, un fenómeno que se llama el tango de la muerte: el pueblo baila lo que le ordenan sus políticos, pero éstos a cambio no pueden dejar de decir lo que el grupo desea escuchar. Por eso aquí nadie se atreve a decir la verdad. La gente acepta al héroe que fracasa, no al que toman por traidor".

En la Facultad de Filología de Belgrado entran y salen alumnos cargados de apuntes y esperanzas. El 70% de los universitarios serbios no ha viajado al extranjero. Una estricta política de la UE en materia de visados y la escasez de dinero les mantiene anclados en su tierra natal. Hristina Vacic es una de ellas, va a cumplir 23 años y no teme definir Kosovo como "una ex provincia de Serbia, que se perdió hace tiempo". Analistas como Anastasijevic recuerdan que la retirada de los instrumentos de soberanía de Serbia en Kosovo se produjo en 1999, tras la intervención de la OTAN, y no ahora.

El asesor de Tadic augura que la independencia creará un "peligroso precedente" en Europa. "Jamás la comunidad internacional ha arrebatado a un Estado parte de su territorio, y además en contra de su voluntad, por violaciones de los derechos humanos. ¿Y el Sáhara Occidental? ¿E Irak?", pregunta.

Ninguna voz en Serbia, excepto algunas bravatas desde el Partido Radical, de signo ultranacionalista, habla de usar la fuerza para defender Kosovo. Zoran Marjanovic es un coronel retirado, ex piloto de cazabombarderos que fue derribado en 1991 en Croacia. "No hay energía para emprender más guerras. Ni en Serbia ni en ninguna de las repúblicas de la antigua Yugoslavia. Aunque quizá sí entre los albaneses de Kosovo. En los noventa existía esa energía en Eslovenia, Croacia, Bosnia, Macedonia y Serbia. La única salida que encontraron los líderes al desastre económico de los años ochenta en Yugoslavia fue la guerra. Ahora todo el mundo está cansado y mira hacia la Unión Europea".

En un país que se siente maltratado por el mundo y la historia -y por la Unión Europea, que permitió a Croacia ser un país candidato sin entregar antes al tribunal de La Haya al general Ante Gotovina-, la victoria de Marija Serifovic en el festival de Eurovisión se vivió como una reivindicación colectiva. Una explosión de orgullo nacional. Todos los partidos trataron de apropiarse del éxito y de la cantante. Hasta los ultranacionalistas, que en pleno fervor olvidaron la condición de doble minoría marginada de Marija Serifovic: lesbiana y gitana.

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