_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Blairismo sin Blair

A pesar de Irak, la historia hará justicia a Tony Blair, el primer ministro británico más internacionalista que ha producido el Reino Unido desde Winston Churchill. Con una diferencia. El great old man (el gran viejo) siempre actuó para proyectar el poderío británico en el mundo en defensa de un Imperio indefendible -"Me alegro de no presidir la desintegración del Imperio británico", dijo en 1947, cuando Londres concedió la independencia a la India-, mientras que Blair ha actuado siempre movido por una firme creencia en un internacionalismo basado en la propagación de los valores democráticos y de libertad frente a los tiranos que la reprimen. Nadie reprocha a Churchill sus sonados fracasos militares como Primer Lord del Almirantazgo en Gallipoli en la Primera Guerra Mundial, ni en Noruega, en la Segunda, que se saldaron con la pérdida de decenas de miles de vidas. Todos le juzgan por el conjunto de su vida política, por su indomable voluntad de victoria frente a las amenazas totalitarias del nazismo y del fascismo y por su constante denuncia de la otra amenaza a las libertades de Occidente representada por el comunismo soviético. Como el líder tory, Blair ha sido coherente con su pensamiento, expuesto con claridad meridiana en un memorable discurso pronunciado en Chicago en 1999, dos años antes del 11-S y cuatro años antes de la invasión iraquí.

En ese discurso, el primer ministro saliente defendió el principio de que el mundo tiene que intervenir algunas veces en las naciones donde los valores globales están en peligro. "La globalización engendra interdependencia y esa interdependencia genera la necesidad de establecer un sistema de valores comunes para que funcione". Y esos valores comunes no son otros que la libertad, la democracia, la tolerancia y la justicia. Fueron esas ideas las que le llevaron a intervenir en Sierra Leona, a imponer sanciones económicas al dictador Robert Mugabe de Zimbabue, a patrocinar el envío de tropas a Kosovo, que determinó la caída de Slobodan Milosevic, a unirse a las tropas de la OTAN en Afganistán y a copatrocinar la invasión de Irak, cuyos resultados están a la vista. Como señalaba recientemente David Brooks en The New York Times, Blair es "la personificación del anti-Huntington", el profesor de Harvard Samuel Huntington, que defiende la teoría del "choque de civilizaciones" y que cada civilización debe abstenerse de intervenir en la otra. "No existe un choque de civilizaciones", mantiene Blair, "sino un choque sobre civilización, la eterna batalla entre el progreso y la reacción, entre los que abrazan y ven la oportunidad que presenta el mundo moderno y aquellos que rechazan su existencia". Blair se ha podido equivocar en Irak -de hecho, acaba de reconocer la existencia de errores tras el derrocamiento de Sadam Husein-. Pero su apoyo a la aventura militar americana en Mesopotamia no se produce por servilismo a Bush, sino por sus propias convicciones. Y esa filosofía de cooperación con Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo islamista allá donde se encuentre se va a mantener por su sucesor al frente del laborismo británico y por el primer ministro que salga de las próximas elecciones generales, sea éste Gordon Brown o el nuevo líder conservador, David Cameron. Ambos han prometido mantener la contribución británica al esfuerzo bélico en Irak y Afganistán. Ambos se consideran tan atlanticistas como Blair -Brown incluso veranea desde hace años en Massachusetts cerca de los Kennedy-, aunque ambos desean pasar la página Bush y colaborar con el próximo ocupante de la Casa Blanca. En cuanto a política doméstica, el blairismo seguirá presente, aunque esa gran máquina de ganar elecciones llamada Tony Blair no ocupe el 10 de Downing Street. Brown ha sido el arquitecto de su política económica y no va a tirar piedras contra su propio tejado. En cuanto a Cameron, el mejor pronóstico que se puede hacer sobre su política futura, si gana las próximas elecciones, es que los británicos le conocen como Blair lite o Blair leve.

Y, ¿qué consecuencias puede tener en la Unión Europea la retirada de Blair? Una básica. El establecimiento de un triunvirato de nuevos líderes, Angela Merkel, Nicolas Sarkozy y Brown, que comparten una visión parecida del mundo, de la economía, de la Unión Europea y de las relaciones de la UE con Estados Unidos. Mal augurio para los que no están en esa longitud de onda.

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_