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La doble moral europea hacia el mundo árabe

¿Podemos los europeos continuar haciendo uso al mismo tiempo de un lenguaje de promoción de la democracia hacia el mundo árabe y de una política que niega en la práctica lo que promociona en la teoría? En una reunión de la Iniciativa Árabe para la Reforma (ARI, en sus siglas en inglés) celebrada en Ammán en abril pasado, el príncipe Turki al Faisal indicó la nueva y proactiva política exterior saudí. "La reforma para los árabes es imperativa, no opcional". El príncipe respaldó el programa de la ARI pero rechazó "ofertas externas... que se nos presentan con diagnósticos y prescripciones preconcebidas... y perspectivas muy alejadas de la realidad regional".

El príncipe Al Faisal puso como ejemplo de esa promoción de la democracia realizada por la fuerza el programa de reformas impuesto en Irak. Un esfuerzo por "vestir a ese país con una prenda confeccionada en Washington, en un intento de transformar de un día para otro el país en una sociedad distinta que sirva de ejemplo para un nuevo mundo árabe". Para el príncipe, que dirige el Centro Rey Faisal para la Investigación y Estudios Islámicos, el fracaso de estas políticas es evidente: "La democracia se ha convertido en un sectarismo odioso, el gobierno de la mayoría se ha convertido en dominación sobre la minoría, la justicia se ha convertido en opresión, el Estado de derecho ha cedido terreno al dominio de las milicias, y los derechos humanos dan paso a sentencias de muerte".

Al Faisal, que fue embajador saudí en Londres y Washington durante los primeros años de la guerra de Irak y anteriormente desempeñó el cargo de jefe de la inteligencia durante casi 25 años, también dedicó duras palabras al boicot occidental al Gobierno palestino de Hamás y a la guerra contra el terrorismo, "una iniciativa que apunta sus flechas al mundo árabe y musulmán". Esta política, concluyó, ha sido instrumental en las condiciones de deterioro en el mundo árabe y ha "incitado el extremismo y los excesos, y a algunos de nuestros jóvenes a buscar un salvador, incluso si es totalitario y autocrático". El discurso del príncipe fue respaldado, especialmente en lo referente a las actuales políticas de la Unión Europea y EE UU en contra del Gobierno de Hamás, por los 10 representantes de los institutos de estudios de otros tantos países de la región que forman parte de la ARI.

Es obvio que los europeos que apoyamos la reforma en los países árabes nos enfrentamos a un problema. No hablar en voz alta en contra de la actual posición común europea, cuyos efectos están siendo muy negativos, nos hace vulnerables a acusaciones de doble moral. No reconocer al Gobierno elegido democráticamente en los Territorios Ocupados de Palestina y sí castigarlo económicamente, justo cuando Washington y Bruselas dan muestras de estar buscando el acercamiento a Damasco y a Teherán, da a entender que no nos tomamos en serio nuestras declaraciones y llamamientos a la democracia en el mundo árabe. Para muchos participantes en la reunión de Ammán, así como para millones de personas en la región, la posición europea muestra una voluntad de que haya un cambio de régimen en Palestina. Otros pusieron de relieve la contradicción de las políticas de Occidente: en su día se pidió al entonces presidente Yasir Arafat que definiera de forma clara y separara constitucionalmente los poderes del presidente y del Gobierno; hoy, cuando el resultado de esa separación no es de nuestro agrado, pedimos al presidente palestino que haga uso de unos poderes que constitucionalmente ya no posee. Más aún, un destacado investigador de la región afirma que el apoyo militar extranjero para reforzar a la guardia del presidente contribuyó al riesgo de una guerra civil.

Henry Siegman, conocido experto estadounidense en Oriente Medio, de origen judío, afirmó que fue de hecho gracias al relanzamiento del plan de paz de Beirut de 2002 por parte del Rey saudí y de la Liga Árabe que se consiguió evitar una guerra civil en Palestina. Otra opinión expresada en la reunión de Ammán fue que el Gobierno de unidad palestino es de hecho un ejemplo de lo que realmente necesita el mundo árabe: la integración del islamismo en el contexto político, un argumento presentado en EL PAÍS el 12 de abril por el ex canciller israelí y vicepresidente del Centro Internacional de Toledo para la Paz, Shlomo Ben Ami. Añadiría que, gracias a la inclusión de la OLP y de su presidente en el diálogo político, como resultado de un proceso del que fui testigo directo, Yasir Arafat y su organización finalmente aceptaron renunciar a la violencia y reconocer el Estado de Israel. En ese caso, el papel que jugaron Willy Brandt, Bruno Kreisky, Olof Palme y Felipe González fue muy importante.

A mi juicio, en este contexto, acabar con el boicot y empezar un debate de principios con el Gobierno de unidad nacional palestino, como se hizo con Arafat, es una receta mucho más adecuada para la UE que observar pasivamente el aumento de la angustia y de la desesperación, de la miseria y de la ira en los Territorios Ocupados.

La presidencia finlandesa de la UE, con el ministro de Exteriores Erkki Tuomioja, intentó cambiar, sin éxito, la actual posición común de la UE. El debate debe continuar. Una posición común se adopta después de una iniciativa y también se puede modificar después de una iniciativa. Noruega, aunque no es miembro de la UE, nos ha mostrado el camino al reconocer al Gobierno palestino de Haniya y empezar un diálogo político serio con Hamás, como nos explicó el ex primer ministro noruego Kjell Bondevik, actualmente miembro del Club de Madrid y también participante en la reunión de ARI. En Oriente Medio nadie tiene nada que ganar con boicots y aislamiento, sólo los extremistas.

Pierre Schori es director general de la Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior (FRIDE). Ha sido enviado especial del secretario general de Naciones Unidas en Costa de Marfil.

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