Caminos de sueño
Los trabajadores de Delphi siguen su marcha a Sevilla para reclamar una solución y un futuro laboral
A los trabajadores de Delphi les cuesta conciliar el sueño. El cansancio de horas de marcha a pie, el calor instalado en el cogote o las ampollas que empiezan a surgir en unos pies agotados hacen que un colchón de gomaespuma sobre el suelo de un polideportivo parezca la mejor cama del mercado. Sin embargo, es la intranquilidad por el futuro lo que no deja que los ojos de estos operarios se lleguen a cerrar.
En un penúltimo intento por garantizar su porvenir laboral, 140 trabajadores de la planta puertorrealeña protagonizan en estos días la que ya han bautizado como marcha por la dignidad. Recorren andando el camino entre la Bahía de Cádiz y el Palacio de San Telmo de Sevilla. Allí, en la sede de la presidencia de la Junta de Andalucía, buscan una alternativa al anuncio de cierre de la firma de automoción norteamericana, que pretende dilapidar 4.000 empleos directos e indirectos en la zona.
En la peregrinación hasta la capital andaluza, había muchas horas muertas para reflexionar. La primera parada del camino fue Jerez. Los trabajadores, tras recorrer 26 kilómetros, pernoctaron en el polideportivo municipal acuña. Colchones alineados, decenas de aislantes, sacos de dormir y algunas almohadas esperaban a los operarios. En cuestión de minutos, era difícil ver a alguien en pie. Entre relajantes musculares, masajes y cura de ampollas se analizaba la jornada. "Al que le duelen los pies, seguro que no le duelen los pies, sino otros problemas más graves. A ver si el sábado podemos marcar alguna meta donde todos podamos relajarnos un poquito", manifestaba el presidente del comité de empresa, Antonio Pina. "Llevo dos semanas andando ocho kilómetros diarios para calentar", protestaba Manolo Caro, mientras movía sus pies doloridos en un pequeño barreño con agua fría y sal. Manolo lleva casi cinco lustros trabajando para Delphi, casi los mismos 26 que acumula su vecino de colchón, Miguel Nino, quien iba organizando su mochila para darse una buena ducha. "Ese de ahí, Manolo Jiménez, sí que lleva en la empresa desde antes de que se pusieran los pilares", exclamaba Pepe Delgado, a quien le aplicaban en las piernas alcohol de romero y algo de aceite.
"¡Queremos comer!", vociferaba otro compañero. Poco después, se hacía el silencio. Llegaba la cena por gentileza del Ayuntamiento: Dos bocadillos, agua y una pera. En la sobremesa, un único tema de conversación. "Tenemos mucho ánimo. Esperamos que después de la marcha veamos algo de luz porque de momento está todo muy negro", decía resignado José Rojas. "Yo no me pego esta paliza para nada. Esto se va a arreglar", se convencía José Antonio Niño, quien le ha dicho a su hija de cinco años que se va de viaje porque "cualquiera le explica lo que yo estoy haciendo aquí".
Para Diego Jiménez, la Junta y el Gobierno es "el clavo ardiendo" al que se han agarrado. "Confío al cien por cien en que nos van a dar una alternativa", añadía. "La solución va a llegar, la clave está en saber en cuánto tiempo", irrumpía José María Sánchez, que acumula 21 años de experiencia en Delphi. "Si no confiamos en la Junta, ¿en quién vamos a confiar?", protestaba. "Después de casi tres meses es lo único que nos queda", se respondía.
Así pasaban las horas en el polideportivo, cuyas gradas ya se habían convertido en un tendedero de toallas y camisetas mojadas. Pesaba el cansancio, pero lo que está en juego es demasiado desolador como para poder conciliar el sueño.
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