'La Catedral', se aburre
El Deportivo empata ante el Athletic sin necesidad de sudar
Lo peor para el Athletic no es que San Mamés se quedara mudo cuando acabó el partido contra el Deportivo. El problema es que estuvo mudo absolutamente durante los 94 minutos que duró. De no mediar las inevitables reprimendas al árbitro, se habría oído el vuelo de una mosca. San Mamés se llenó en la enésima final del año, pero dio igual. En la misma medida que la delicadísima situación rojiblanca llenó los asientos de la Catedral, el equipo los enmudeció. Ni un cántico, ni un grito de apoyo, ni un aplausómetro. Lógico: no había por qué. No había nada que celebrar con un equipo plano, hueco, apocado, anonadado, atenazado y casi, casi, a merced de un Deportivo que pasaba por Bilbao y decidió echarse un partidito. Pasarán años hasta que el Athletic tenga un rival tan dulce, tan aseado, con tan pocas ganas de correr, de sudar (por más rumores de maletines que alimentasen los cantos de sirena). Y pasarán años hasta que el Athletic aprenda a ajustar las cuentas a ese tipo de equipos.
ATHLETIC 1 DEPORTIVO 1
Athletic Aranzubia: Expósito, Prieto, Sarriegi, Javi González; Iraola, Murillo, Javi Martínez, Gabilondo (Llorente, m. 76); Etxeberria (Yeste, m. 63) y Urzaiz. No utilizados: Lafuente; Ustaritz, Zubiaurre, Dañobeitia y Aduriz.
Deportivo: Aouate; Coloccini, Lopo, Andrade, Capdevila; Sergio, De Guzmán (Pablo Álvarez, m. 73); Estoyanoff (Bodipo, m. 46), Juan Rodríguez, Riki (Filipe, m. 80); y Arizmendi. No utilizados: Munúa; Manuel Pablo, Taborda y Barragán.
Goles: 1-0. M. 57. Murillo cabecea, en el área pequeña, un saque de esquina de Iraola. 1-1. M. 63. Riki soprende a Aranzubia al ejecutar una falta tras tocarla en corto Sergio.
Árbitro: Pérez Burrull. Expulsó a Capdevila (m. 78) por doble amonestación, y a Sarriegi (m. 93) también por doble tarjeta amarilla. Además, amonestó a Murillo, Gabilondo, Prieto, Estoyanoff y Pablo Álvarez.
Unos 39.000 espectadores en San Mamés.
Pasarán años hasta que los bilbaínos tengan un rival tan dulce, con tan pocas ganas de correr
Mientras tanto, el Deportivo se permitió el gustazo de dar un baño al Athletic en la primera mitad en tres cuartos de campo. Al Depor le importaba poco alcanzar el área, donde Arizmendi tenía tiempo de reflexionar consigo mismo sin nada que hacer: cogió el balón, lo repartió entre sus jugadores, lo sobó, todo al hilo que mandaba Sergio, con ayuda de De Guzmán, y se entretuvo adecuadamente. Un dato: ningún futbolista del Depor necesitó (no se sabe si querían o no) realizar una carrera superior a los quince metros en toda la primera mitad.
Todo era muy fácil. El Athletic juega como los equipos de Segunda B sobre hierba artificial: patadón y tente tieso que igual Urzaiz.
Y así una y cincuenta y cientos y cientos de veces. El asunto, más que sorprender, es aburrir: a ver si se aburren los centrales de alisarse el pelo y dejan un par de ellas. Aunque quien se aburre es el público, que enmudece, rumia su impaciencia y calla.
Pero, sí, a veces se aburren los centrales y dejan un pasillo, por el que se coló Murillo para orejear un saque de esquina de Iraola. En principio, asunto resuelto, ante un Depor estilista pero desganado. Pero el Athletic, que juega sin centro del campo, sin laterales y sin extremos y basa su ¿fútbol? en la conexión entre los centrales y los delanteros centro, siempre concede algo. Y concedió una falta que Capdevila sacó apresuradamente. Tarjeta amarilla. Así que tira Riki y al hierro trasero que soporta la red. La alegría del Athletic había durado escasamente seis minutos. Lo habitual. Y vuelta a empezar. Más bombeos de balón, más centros frontales, mas despejes de los centrales. Uno de Urzaiz, así como por sorpresa, para que Aouate dijera "aquí estoy yo". Y se acabó.
Nada más distante que el Depor y el Athletic. Aquél, todo tranquilidad, pausa, toque y retoque de balón, para aquí y para allá. Éste, todo apresuramiento, zurriagazos, prisa, ansiedad. Nada más igual entre el Depor y el Athletic que su incapacidad, por una u otra razón, no ya para hacer goles, sino para anunciarlos. Tan extraño era el partido que sin una patada a destiempo, ni malos modos, Pérez Burrull sacó 11 tarjetas (de las que cuatro se convirtieron en dos rojas) y Sergio acabó defendiendo el empate reteniendo el balón en un córner como si defendiera el título de Liga. Todo muy extraño. Como la Catedral, vencida por aburrimiento, y entregada al sufrimiento sin estridencias.
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