De la ortodoxia a la diversidad
Miguel Martín dirige desde 1978 el Festival de Jazz de San Sebastián, la cita más veterana de Euskadi con ese estilo musical
En las oficinas del Festival de Jazz de San Sebastián se ultiman en estos días los detalles complementarios de la programación del Jazzaldia de este año, que presentará, entre otros, a Chick Corea con Gary Burton, Brian Ferry, Van der Graf Generador, Pat Metheny y Brad Melhdau o Sly & the Family Stone. Un programa atractivo que supera los límites de lo que se entiende como jazz, siguiendo una estela que caracteriza a la muestra. Miguel Martín (San Sebastián, 1952) es el responsable de esa contenida combinación que tantos éxitos ha ofrecido a la convocatoria donostiarra desde que a principios de los 80 introdujese cierta heterodoxia en la programación con intérpretes como George Benson o la ampliación a todo tipo de escenarios.
"Como aficionado me gusta todo tipo de música, menos Jorge Cafrune y Marito. Hasta cierto punto, y aunque sea un tópico, hay que reconocerle a Duke Ellington que tenía razón cuando a la pregunta por una definición del jazz, respondió que sólo hay dos tipos de música, la buena y la mala. Por eso, nunca entendí las críticas puristas ante la apertura de la programación", recuerda. Además, introduce un argumento histórico: el origen del festival, que este año llega a su 42ª edición. "Empezó en un contexto social completamente distinto del actual. Allá a principios de los 60, organizar un evento que no participase de las corrientes toleradas por el régimen era más que extravagante; tenía su punto de riesgo".
"Se convirtió en una vía de escape para la gente que estaba hasta el gorro de una cultura impuesta", rememora. Martín era un adolescente cuando arrancó esta convocatoria centrada en un concurso de grupos de aficionados. Una propuesta inocua, en principio. "En ese sentido, el jazz, que tenía un valor cultural reconocido, en aquel momento asumió un papel social subversivo". Desde ese momento, San Sebastián construye un festival que es algo más que un programa de conciertos durante un número reducido de días; se convierte en uno de los grandes eventos musicales del país. Miles de personas acuden a la ciudad en busca de algo más que música.
Martín se incorpora a la dirección en el difícil año de 1978, acompañado por las huelgas y manifestaciones que recorrían Euskadi tras los incidentes de los sanfermines de Pamplona. El Jazzaldia, efectivamente, se presenta como algo más que un acontecimiento local: convoca a gente del resto de España y Francia. Se estrena con Sonny Rollins, en 1979 llega B. B. King y 1980 es redondo: Duke Ellington, Dizzie Gillispie, Art Blakey y Gato Barbieri. Y con este programa, la primera anécdota sonada: "Los artistas siempre llegan con sus exigencias, es lógico. La vida en temporada de gira es muy intensa, con poco descanso. Pero lo de Gato Barbieri fue tremendo". Unos 12.000 espectadores en Anoeta, esperando durante dos horas la salida del trompetista argentino que apareció en el escenario tambaleándose y gritando: "Buenas noches, Barcelona".
Desde entonces, Martín y su equipo procuran aconsejar a los músicos sobre los efectos del alcohol antes de un concierto. Cassandra Wilson, hace unos años, pidió flores amarillas para su camerino, pero también una marca concreta de ron. "Por lo visto, este grupo brinda siempre antes de salir al escenario con ese ron porque tiene para ellos algún tipo de valor sentimental; fue imposible denegarles su petición".
El éxito del Jazzaldia se debe situar en la visión práctica que Martín y su equipo han dado a esta convocatoria. "No nos engañemos, el jazz es minoritario. Nuestra visión del festival es la siguiente: entendemos que en toda España hay una gran cantidad de festivales que convocan a muchos asistentes. Si queremos competir, tenemos que abrirnos a otros géneros, pero no es una idea descabellada, si tenemos en cuenta los recintos que tenemos como la playa y las terrazas del Kursaal", comenta.
Luego están los competidores, tanto en casa como fuera de ella. "No voy a negar que hay una competencia con los otros festivales vascos, pero es lo que menos me preocupa. Me inquieta la comparación con los otros eventos que se celebran en verano en San Sebastián, la Quincena Musica y el Festival de Cine", aclara.
Y en cuanto a la competencia externa, el director del Jazzaldia lo deja claro: "La relación con Iñaki Añúa [director del Festival de Jazz de Vitoria] es muy buena en lo personal, pero en lo laboral, a cara de perro. Nos pegamos, con armas honestas y leales, por todo tipo de grupos y solistas. No recuerdo, ni Iñaki ni yo lo consideramos posible, el que nos sentemos y digamos: 'éste para ti, ése para mí", recuerda. "Cada festival es único y soberano", concluye Martín.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.