Amores y desamores
Es mentira que el Gobierno vasco actúe como el poli bueno y el poli malo para amansarnos, que nos confiemos y, luego, darnos. No usa personalidades distintas. Pese a que es uno y trino, tiene una coherencia aplastante. Tampoco colaría la hipótesis de que padece esquizofrenia. Siempre son posibles los trastornos funcionales, pero, pese a la diversidad de sus miembros, cada uno de su madre, ha logrado una imprevisible uniformidad y personalidad singular. Se nota que se llevan bien. Cuando hay fricciones, no provienen del Gobierno, cuyos miembros son una piña, sino de sus entornos, partidos, diputaciones y ayuntamientos que les rodean, a los que no siempre les gusta lo que ellos hacen -en general, lo que hace Madrazo-, pero los miembros del Gobierno cierran filas y siguen juntos. Es un estilo.
El mundo visto por el Gobierno vasco se divide en tres partes, a saber: el votante del tripartito, la izquierda 'abertzale' y 'los otros'
Cuando hay fricciones, no provienen del Gobierno, cuyos miembros son una piña, sino de sus entornos, partidos, diputaciones y ayuntamientos
Tales circunstancias hacen aún más admirable el sistemático uso de expresiones desiguales según sea a quien le toque. En esto actúa el Gobierno con tesón admirable. Sin explicaciones psiquiátricas, sólo queda otra: es que son así. Gente persistente, al mismo tiempo exhiben una portentosa dislocación de carácter, que les cambia la actitud según a quien hablen. Desde esta perspectiva, el mundo visto por el Gobierno vasco se divide en tres partes, a saber: el votante del tripartito, la izquierda abertzale llamada Batasuna y los otros o bicha compuesta por PP y PSE. Hay más horizontes en el caleidoscopio gubernamental -la diáspora, el Gobierno español, el Estado, los parques tecnológicos...-, pero para una aproximación valen los tres mencionados.
Quienes votan a los partidos gubernamentales son gente buena, sencilla y noble, el pueblo vasco que posee componentes éticos, desea la paz, quiere aprender euskera y decir sí al diálogo y al derecho a decidir. Cuando el lehendakari asegura que tiene "un compromiso con la sociedad vasca" se refiere a esta parte, que por tanto significa "sociedad vasca". En justa correspondencia, este magma social cuando toca se manifiesta en formación y las pancartas las llevan ciudadanos anónimos.
Está después Batasuna o izquierda abertzale, que, aun alejada de la verdad, son los más próximos. Es como el hijo pródigo que abandona la casa y el padre, solícito, se preocupa en su ausencia de que no le falte nada. Alguna vez el Gobierno le regaña por lo de ETA, para educarle y que vuelva al buen camino. Además, hermeneuta, interpreta sus palabras y le localiza buenas intenciones. Le platica bellas palabras y se indigna -es el primero en saltar- cuando alguien le falta a Batasuna, no digamos si le aplican la ley. En cierto sentido, para el Gobierno vasco la izquierda abertzale son "todos". Es el "todos" de la idea según la cual "el lehendakari tiene derecho a hablar con todos".
Luego están "los otros". Como en la película de Amenábar, están en otra dimensión. Aquí las cañas se tornan lanzas y les caen unos chorreos de cuidado. Para éstos queda el lenguaje colérico y una agresividad insólita en un Gobierno: costará encontrar otro que se lance a degüello contra la oposición como lo hace éste con "los otros"", sin freno ni refreno. Esta semana la bronca se la ha llevado el PSE, y ha sido de órdago.
Los socialistas han elaborado una proposición de Ley Municipal Vasca. No parece raro que la oposición haga propuestas, hasta debería de agradecérseles el trabajo. Cabe entender también, por la lógica política, que al Gobierno no le guste tal iniciativa y la rechace. Y hasta que explique por qué, sin ahorrar críticas ni alguna invectiva. Esto lo entendería cualquiera. Pero resulta inconcebible el texto publicado por el Gobierno vasco el 8 de mayo tras haberlo aprobado en el Consejo. De alucinar. No les manda a los socialistas a quemarse siglos en el infierno porque aún no le han trasferido la competencia. En unas cincuenta líneas rechaza la proposición -hasta aquí bien- y aprovecha la vez para desahogarse de forma chusca. En un escrito corto, incluye el Gobierno de los vascos los siguientes términos o expresiones, referidos al texto del PSE: "Zafio", "descarado oportunismo electoralista", irrespetuoso ("erosión de los principios de respeto"), desleal ("falta a la lealtad institucional"), contradictorio (con la postura socialista en Eudel), despreciativo (de los acuerdos de Eudel), imprudente e insensato políticamente (para los socialistas, dice, la prudencia y la sensatez política son distintos según sean gobierno o no). Es un texto con "defectos e insuficiencias". Además, los socialistas son unos copiones, pues han cometido "piratería" o "usurpación legislativa". Se refiere a que, según asegura, la mitad del texto (la buena, la otra no vale nada) se la han copiado al Gobierno, que, dice, ha "circularizado" [sic] hace dos meses su proyecto, que, afirma, llega después de 27 años de autogobierno, celeridad que le parece más mérito si cabe. Dice también (no sé si es cierto, se hace raro, pero lo dice) que el proyecto del Gobierno se ha "circularizado" "transcurrido apenas un mes y medio de la expiración del mandato parlamentario en tal sentido", una afirmación curiosa, pues parece presentar la demora como el colmo de la formalidad. Les ahorro las demás consideraciones, pero no les privo de que, entre otras tropelías, y en la versión del Gobierno, el texto socialista silencia, distorsiona, critica de forma injusta, culpa al autogobierno, no aborda elementos sustanciales, ignora, tergiversa, anula... Vamos, que no tiene perdón.
Se mire por donde se mire, este chaparrón constituye una desmesura. Quizás el texto del PSE sea vomitivo, traidorzuelo y una barbaridad, pero éstas no son formas para un Gobierno. De otro lado, ¿se imaginan al Gobierno vasco dirigiéndose en estos términos a Batasuna o izquierda abertzale? Y eso que lo de éstos afecta de lleno a la convivencia. Es la distancia entre el cariño y el repelús.
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