Los sondeos del CIS y las catástrofes con catarsis
Muchos se preguntan si el candidato socialista Miguel Sebastián continuará en el Ayuntamiento de Madrid si, tal y como anunció ayer el sondeo del CIS, pierde las elecciones. La verdad es que podría ser un jefe de la oposición más capaz de sacar de quicio a Alberto Ruiz-Gallardón que su predecesora, Trinidad Jiménez, como se demostró en el debate de Telemadrid el pasado jueves. Sebastián tiene fama de arrogante y es poco popular, pero si le coge el gusto a la política municipal podría convertirse en una especie de mastín, capaz de morder en un dossier económico y de no soltar el bocado, complicando, por primera vez, la plácida carrera madrileña de Gallardón.
El candidato socialista a la alcaldía asegura que así será, pero es posible que todo dependa de sus resultados. Si consigue más votos que Trinidad Jiménez, intentará asentar su carrera política, pero si queda por detrás de los datos de 2003, es posible también que su partido prefiera "despejar" el camino y aprovechar la ocasión para buscarse otro líder local, con lo que más le gusta realmente a los partidos políticos: un extenso currículum interno y mucha capacidad de "cocina".
La historia de Sebastián es, probablemente, una de las lo más extrañas en estas elecciones municipales porque se trata de un economista conocido y poderoso (renunció a ser ministro en 2004, pero se hizo con la muy influyente Oficina Económica de Presidencia del Gobierno) que puede haber quemado su carrera política antes incluso de comenzarla. Todo por una arriesgada aventura electoral a la que le empujó, en el último minuto, su amigo el presidente del Gobierno.
La cosa es que Miguel Sebastián padece ahora todos los inconvenientes de su polémico paso por la Oficina Económica de La Moncloa (está en el ojo de huracán de la desagradable y complicada historia del anómalo funcionamiento de la Comisión Nacional del Mercado de Valores) y ninguna de las ventajas de los mullidos colchones que suelen encontrar los políticos en la vida municipal o autonómica,
El candidato socialista tiene por delante una campaña difícil. Ayer abrió su oficina electoral al lado de la Puerta del Sol y se pudo comprobar inmediatamente dos cosas: primero, que la mayoría de las personas que saludó en la plaza no tenía ni idea de quién era y segundo, que Sebastián trabaja por su cuenta, sin mucho apoyo que se vea del Partido Socialista de Madrid. Es cierto que el candidato salió directamente de La Moncloa y que quienes dirigen el PSM no tienen, por tradición, la menor tendencia a dar alas a los recién llegados, pero aún así resulta demasiado evidente la mutua falta de apego. Sebastián sacará muchos o pocos votos, pero, desde luego, no será gracias al apabullante despliegue de la organización socialista madrileña, que no se molesta siquiera en reseñar sus actos de campaña en su página web oficial.
El PSM se reserva para el candidato a la Comunidad de Madrid, Rafael Simancas, que ve como a alguien mucho más suyo, conocedor de los vericuetos de la organización y de las necesidades de su aparato. Simancas estuvo a punto de convertirse en 2003 en una de las grandes estrellas del PSOE, cuando tuvo al alcance de la mano la joya de la corona: la presidencia de la Comunidad de Madrid. La turbia historia de dos diputados "traidores" acabó con su efímero reinado y ahora, según el mismo sondeo del CIS, no tiene las cosas nada fáciles. Esperanza Aguirre ha aprovechado estos cuatro años para afianzarse no sólo en la Comunidad sino también en su partido y Simancas, aun con el apoyo de todo el PSM, tiene por delante una batalla todavía más dura que la de 2003. Si pierde es posible que la amigable organización de su partido no le exija la dimisión, pero muchos militantes socialistas en el cinturón de la capital se sentirán desmoralizados. El PSOE, por unos motivos o por otros, lleva años sin dar la impresión de ir "a por todas" en Madrid, ciudad y comunidad. "Quizás aquí haga falta una catástrofe para tener una catarsis", comenta en voz baja uno de los asistentes al acto de Miguel Sebastián. Probablemente acababa de conocer los datos del sondeo del CIS.
En el Partido Popular, la atención se fija en otras encuestas. El CIS les augura problemas en Navarra y Baleares, dos comunidades que gobierna actualmente. Los populares saben que, perder cualquier comunidad o ciudad importante es mala cosa cuando se está en la oposición, porque de lo que se trata es de dar a las elecciones municipales y autonómicas la apariencia de trampolín. Baleares, que ha oscilado en muchas ocasiones entre el PP y coaliciones lideradas por el PSOE, tiene en esta ocasión un atractivo especial desde el punto de vista de toda España: es probablemente donde se presentan más ecologistas y verdes, hartos del desastre de su paisaje.
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