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Crónica:Vela | Copa del América
Crónica
Texto informativo con interpretación

Dos mundos a 10 pasos

Los pescadores de Valencia, obligados a faenar en otro sitio, reciben 275 euros cada día de regata

Ignacio Zafra

Dicen que a bordo del Rising Sun, el yate del amo de Oracle, Larry Ellison, un tipo tan rico que en la antigüedad habría podido hacerse pasar por un dios, no se nota el movimiento de las olas. Desde el muelle del Puerto de Valencia en el que Carlos Sierra amarra su barca no se ve el Rising Sun, fondeado a varias millas de la costa, pero puede sentirse el mar moviéndose debajo.

Sierra es uno de los 80 pescadores que sale a faenar cada día, a las cinco, mientras se desarrolla el torneo. Ahora es mediodía y está apoyado en uno de los maderos que utilizan para descargar las capturas. Si diera diez pasos hacia arriba, el pescador, con su camiseta sucia, sus pantalones gastados, su reloj Casio y las cejas casi unidas, parecería un marciano. Ahí arriba está el reino de la Copa del América. Un lugar en el que impera el diseño, los polos de marca y los relojes caros. En el que se respira el aire de quien es rico y está decidido a disfrutar de ello.

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Sierra traza una línea imaginaria que separa dos mundos que coexisten a menos de 15 metros y que rara vez se miran. A un lado, la Cofradía de Pescadores. Al otro, la base del equipo chino. Dice: "Ellos de aquí para acá no pasan. Y nosotros no hemos pasado tampoco. Cumplimos el horario que nos dijo el consorcio y se acabó. Esa es la relación que tenemos".

La Copa supuso un trastorno para los pescadores. Demolieron su lonja, que se levantaba entre la base del Alinghi y Veles e Vents, el nuevo icono del puerto diseñado por el arquitecto británico David Chipperfield, los trasladaron al extremo sur de la dársena y les prohibieron pescar mientras los sindicatos compiten. Del dinero no se pueden quejar: El consorcio les paga 275 euros por día de regata. Un marinero de arrastre ganaba normalmente 300 por semana.

Los pescadores han tratado de retomar la rutina. Madrugan, salen a faenar, subastan la pesca y han reproducido en el nuevo bar de la Cofradía, un barracón prefabricado, el ambiente denso de las tabernas portuarias. El menú sigue a siete euros. Fuera, no baja de 35.

Los pescadores tratan de seguir con la rutina, pero se les ve incómodos en su "rincón". Antes de llevarlos allí, el consorcio les ofreció dos emplazamientos. El primero, el Club Náutico. Lo rechazaron porque quedaba lejos y estaba mal comunicado. El segundo, un nuevo puerto en Pinedo, una pedanía del sur de Valencia que queda todavía más lejos y que tampoco está bien comunicada. Aceptaron. La dirección general de Costas, sin embargo, rechazó la obra.

Los pescadores descartaron el Náutico y no están cómodos en el puerto porque tienen nostalgia de un mundo que desaparece a toda velocidad. Un mundo en el que compartían barra y lugar de trabajo con prácticos y estibadores. En el que el barrio, de Pinedo a El Cabanyal, determinaba el oficio. Un mundo que tuvo "una flota con más de 100 pesqueros".

Cada año se esfuma algún barco y los poblados marítimos han dejado de hacer honor a su nombre. Muchos pescadores viven ahora en barrios periféricos sin conexión con el mar.

La dispersión ha tenido consecuencias sociológicas. Hace tres décadas los pescadores eran casi unánimemente de El Levante. Un equipo que nació y creció junto a la playa de la Malva-rosa. Enfrentados en solitario al pozo de las categorías inferiores, hoy, la mayoría es valencianista. Pero la memoria es la memoria y José Ramón Domingo, presidente de la Cofradía, dice algo que sonaría mal en otra zona de la ciudad: "Si me dan a elegir entre salvar al Levante o que el Valencia entre en Champions, salvo al Levante".

La parte deportiva de la Copa no ha conquistado al gremio. "No me gusta", comenta Sierra, "porque es demasiado imaginario: una línea imaginaria, la tal imaginaria...". El pescador, que tiene 32 años y lleva 17 en el tajo, maneja su versión sobre la falta de viento de las primeras jornadas: "El invierno ha sido raro y los vientos fuertes suelen empezar en mayo. Eso lo sabe cualquiera. Con la cantidad de tecnología que tiene esta gente parece mentira que no hayan sabido que aquí, en abril, lo normal es que sea calma o te entre un temporal".

Entre tanto famoso de primera, segunda y tercera fila, los tipos recios del muelle sur echan de menos alguna gentileza de los sindicatos. "No tenemos relación con ninguno porque nadie nos has invitado a ir a verlos", dice Domingo, "ni de pasajero 18 ni de nada". Cuando celebraron la Virgen del Carmen los pescadores invitaron a los miembros de un equipo italiano a compartir sus paellas. "Y cada vez que se han acercado por aquí les hemos dicho que si necesitaban pescado, que no había problema. Pero no han venido".

Si Valencia busca apoyos para acoger una nueva edición de la Copa, pierde el tiempo por aquí. "No creo que se repita, porque esto es un negocio y aquí el zumo que tenían que sacar ya lo han sacado". ¿Y si ocurre? "Pues se tendrá que negociar y sacar más de lo que hemos sacado. Porque en este viaje nos ha cogido de pardillos. Las cosas como son".

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.

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