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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Acertado nuevo Prado

La ampliación del madrileño Museo del Prado, en el entorno del claustro de Los Jerónimos y la zona de conexión entre éste y el edificio Villanueva, obra de Rafael Moneo, puede definirse como un éxito institucional y funcional. La pinacoteca, tras cinco años de obras y un presupuesto algo superior a los 150 millones de euros, se ha ampliado en cerca de 16.000 metros cuadrados que acogerán salas de exposiciones temporales, biblioteca, salón de actos, tiendas, cafetería y un plan más cómodo y racional para las visitas guiadas de grupos. La categoría profesional de quien llevó a cabo la ampliación es indiscutible e indiscutida, como certifican otras obras como el Museo Romano de Mérida, el de Estocolmo o el Thyssen en Madrid.

Las únicas críticas que desde un punto de vista arquitectónico se han hecho a esta obra han sido la de que el respeto estricto a las bases del concurso ha impedido aprovechar la ocasión para construir un gran edificio como otros firmados por el arquitecto navarro. Los expertos consideran la ampliación del Prado como una obra meritoria, pero menor, en la que sobresalen por su fuerza las espléndidas puertas de la escultora Cristina Iglesias.

Ciertamente, acometer una reforma y ampliación de un edificio tan universal como el construido por el ilustrado Juan de Villanueva es todo un reto profesional, y el respeto que siempre manifestó Moneo por lo que queda de la obra original es de agradecer en tiempos en los que algunos grandes nombres de la profesión se han convertido en estrellas que parecen buscar más el pasmo del espectador que la funcionalidad de sus obras. Moneo ha sido fiel a sí mismo, resolviendo los problemas planteados por la ampliación y superando las iniciales reticencias vecinales, alentadas por la demagogia de algunos medios con respecto al claustro de Los Jerónimos.

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La inicial respuesta popular en las, de momento, controladas visitas al nuevo edificio ha sido más que alentadora. Las modificaciones aceptadas al primer anteproyecto, algunas de las cuales surgieron del director del museo, se han acogido con satisfacción. El claustro que domina la gran linterna acristalada pasó de ser sala de lectura de la biblioteca a lugar para exponer una selección de esculturas. Los defensores del claustro reconocen el acierto de su reconstrucción y conservación. Unas zonas de acceso más desembarazadas, la amplitud de la recepción y el espacio ganado hacen que la ampliación sea un acierto. Quizá no sea el gran legado arquitectónico de Moneo pero, sin duda, es una obra digna y funcional.

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