_
_
_
_
Reportaje:Elecciones presidenciales en Francia

Victoria en la ciudad de los ricos

Sarkozy logró el 86,8% de los votos en Neuilly-sur-Seine, acomodada localidad próxima a París de la que fue alcalde 19 años

Guillermo Altares

Neuilly-sur-Seine, la ciudad colindante con París de la que Nicolas Sarkozy ha sido alcalde durante 19 años y en la que ha residido la mayor parte de su vida, forma parte en teoría de la banlieue (suburbio), pero allí no hay rap ni automóviles quemados, ni viviendas sociales: es la localidad más rica de Francia, por encima de la Costa Azul, y la que tiene más habitantes (5.800 sobre un total de 60.000) que pagan el impuesto sobre las grandes fortunas. Es una especie de Beverly Hills parisiense, en el que el nuevo presidente de Francia no puede ser más popular: ha logrado el 86,8% de los votos.

"Es una persona muy ligada a Neuilly y que siempre ha estado en contacto con sus habitantes", explica Antoine Masson, jefe del gabinete del alcalde, que disculpa su aspecto cansado porque celebró hasta tarde la victoria de Sarkozy. Esta ciudad-barrio -"Nos sentimos un poco como la aldea de Asterix, porque siempre hemos querido desmarcarnos de París", señala Masson-, situada entre el Arco del Triunfo y la Defensa, tiene un salario medio de 6.000 euros, pero apenas cuenta con un 2% de viviendas sociales, aunque la ley obliga a que haya un 20%. Pero las autoridades locales han preferido siempre pagar las multas por el incumplimiento que construirlas.

"Pondrá orden en la emigración y evitará que nos frían a impuestos", dice una señora
Más información
Sarkozy pone el cambio en marcha
Una primera dama muy especial

Desde la Liberación, ha tenido tres alcaldes, todos conservadores y todos del mismo clan: Achile Pereti (1947-1983), Nicolas Sarkozy (1983-2002), que con 28 años fue el regidor más joven de Francia, y el actual, Louis-Charles Bary. Sarkozy alcanzó el poder en Neuilly con métodos bastantes poco ortodoxos. Tras la repentina muerte de Pereti, el heredero designado era Charles Pasqua, pero el hoy presidente electo alteró el guión previsto. Aprovechándose de que el veterano político gaullista estaba ingresado en el hospital por una operación de hernia, consiguió convencer a los demás concejales de que le votasen como alcalde.

"La gente se va a poner a trabajar con Sarkozy, porque estamos hartos de pagar el paro a personas que en realidad no quieren un empleo", asegura Cedric, de 31 años, un mayorista de pescado, a pocos metros del lugar donde residía Sarkozy hasta que empezó su carrera hacia la presidencia y donde sigue votando: la isla de la Grande Jatte, un islote sobre el Sena, situado en la frontera norte de Neuilly y el lugar más exclusivo de la muy exclusiva localidad.

"Es una isla dentro de un barrio que ya es una isla dentro de París. Esto es muy muy rico", explica Angelique, una profesora de 29 años, que enseña en el colegio de la Grande Jatte, mientras señala la vivienda de uno de los íntimos de Sarkozy: el actor Jean Reno. El resultado de las presidenciales demuestra que la gestión del antiguo alcalde -y todavía presidente del Departamento al que pertenece Neuilly, Hauts-de-Seine, el más rico de Francia-, ha sido muy apreciada, al igual que las votaciones en las municipales: de los 45 concejales sólo hay cuatro de la oposición (uno del Frente Nacional, dos socialistas y un ecologista).

En un restaurante situado en el centro de Neuilly, la conversación de los parroquianos se centra en la noche electoral, la gran fiesta, primero en la Sala Gaveau y luego en la Concordia. "¿Y ahora qué va a hacer ella?", se oye entre grandes risas en una mesa. "¿Cuándo va a venir a vernos el presidente?", se pregunta otro de los comensales. "Es alguien que va a poner el país en marcha, pondrá orden en la emigración y evitará que nos frían a impuestos", dice una señora que no desea decir su nombre.

Durante su larga gestión, con medidas como resistirse a la construcción de viviendas sociales o mantener unos impuestos municipales muy bajos, Sarkozy se ha ocupado de mantener los privilegios de un lugar arbolado, de grandes viviendas burguesas (7.500 euros es la media del precio del metro cuadrado), de palacetes y avenidas tranquilas sombreadas por los jardines. Pero Francia no es Neuilly.

Nicolas Sarkozy recibe la felicitación de su esposa, Cecilia, el domingo en la plaza de la Concordia de París.
Nicolas Sarkozy recibe la felicitación de su esposa, Cecilia, el domingo en la plaza de la Concordia de París.REUTERS

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_