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Reportaje:

El rastro de la medicina que mata

El glicol dietileno ha viajado por el mundo y matado a cientos de personas sin que nadie detectara el fraude al comercializarlo

Lo primero que falla son los riñones. Luego, el sistema nervioso central. La parálisis se extiende y hace difícil respirar hasta que, muchas veces, resulta imposible sin algún tipo de asistencia. Al final, casi todas las víctimas mueren. Muchas de esas víctimas son niños.

El veneno almibarado, glicol dietileno, forma parte indispensable del mundo moderno, como disolvente industrial e ingrediente fundamental de algunos anticongelantes. Pero, a lo largo de los años, se ha colado en todo tipo de medicinas -jarabe para la tos, antipiréticos, fármacos inyectables-, por culpa de los falsificadores, que lo hacen pasar por glicerina.

El jarabe tóxico ha tenido que ver, al menos, con ocho envenenamientos masivos en el mundo en los últimos 20 años. Se calcula que han muerto miles de personas. La documentación existente muestra que, en tres de los cuatro últimos casos, se fabricó en China, un centro importante de falsificación de fármacos.

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Un jarabe mortal

Panamá es la última víctima. El año pasado, las autoridades, sin saberlo, incorporaron glicol dietileno a 260.000 frascos de medicina para el resfriado. Se denunciaron 365 muertes de las que, hasta ahora, se ha confirmado un centenar.

A Panamá llegaron 46 barriles del jarabe tóxico después de atravesar medio mundo. The New York Times ha podido remontar esa ruta desde el punto de llegada en el puerto panameño de Colón, pasando por compañías intermediarias de Barcelona, España, y Pekín, hasta su origen, cerca del Delta del Yangtsé, en la llamada "región química". La falsa glicerina pasó por las manos de tres compañías intermediarias en tres continentes, pero ninguna de ellas detectó el fraude.

Investigadores de cuatro países han identificado como fabricante del jarabe a una empresa de Hengxiang, China: Taixing Glycerine Factory. En este lugar comenzaron su viaje los 46 barriles de jarabe tóxico que pasaron de país a país sin que nadie, por lo visto, comprobara su contenido. En el caso que afectó a Panamá, los nombres de los proveedores iban desapareciendo de los documentos de embarque a medida que pasaban de unas manos a las siguientes, según los investigadores. La primera distribuidora fue la empresa intermediaria CNSC Fortune Way, de Pekín, subsidiaria de una compañía de propiedad estatal. A medida que China ha abierto sus mercados, Fortune Way se ha concentrado en los ingredientes farmacéuticos y, en 2003, medió en la venta del jarabe sospechoso fabricado por Taixing Glycerine Factory. El certificado de análisis del fabricante decía que la partida tenía un 99,5% de pureza.

Fortune Way tradujo el certificado al inglés y colocó en la cabecera su nombre -no el de Taixing Glycerine Factory- antes de enviar los barriles a una segunda empresa intermediaria, esta vez en Barcelona.

Al recibir los barriles en septiembre de 2003, la empresa española, Rasfer International, tampoco comprobó el contenido. Copió los análisis químicos suministrados por Fortune Way y colocó su logotipo encima. Ascensión Criado, gerente de Rasfer, ha explicado que, cuando Fortune Way envió el jarabe, no dijo quién era el fabricante. Semanas después, Rasfer envió los toneles a un intermediario panameño, Medicom Business. "Medicom nunca nos pidió el nombre del fabricante", dice Criado. Un abogado que representa a Medicom, Valentín Jaén, dice que sus clientes también fueron víctimas. "Alguien les engañó", explica. "Ellos actuaron de buena fe".

En Panamá, los barriles permanecieron intactos durante más de dos años, y las autoridades dicen que Medicom alteró la fecha de caducidad del jarabe. Durante ese periodo, la empresa no examinó el producto en ningún momento. Y el Gobierno panameño, que compró los 46 barriles y los utilizó para fabricar medicamentos contra el resfriado, tampoco detectó el veneno. Aunque el sufrimiento causado en Panamá fue enorme, los posibles beneficios -al menos para la compañía española, Rasfer- fueron muy pequeños. Según la documentación, Rasfer pagó a Fortune Way 9.900 dólares por los 46 barriles de glicerina y los vendió a Medicom por 11.322 dólares.

Ahora, el poder para procesar a los falsificadores corresponde a los chinos. Las autoridades chinas han reconocido muy tímidamente la relación de su país con la tragedia de Panamá, dada la participación de una empresa intermediaria de propiedad estatal. No se ha acusado a nadie como autor del fraude. El pasado otoño, a petición de Estados Unidos -Panamá no tiene relaciones diplomáticas con China-, la agencia del medicamento china investigó a las empresas Taixing Glycerine Factory y Fortune Way . Se examinó una partida de glicerina y se encontró glicol dietileno y otras dos sustancias, explica un funcionario responsable.

Desde entonces, la agencia del medicamento china ha decidido que no es competente en el caso porque la fábrica no está autorizada a fabricar medicinas, y ha dicho algo similar sobre Fortune Way porque asegura que, al ser una empresa de exportación, no tiene nada que ver con el negocio farmacéutico. Nunca se abrió una investigación criminal.

Un misterio aún sin resolver es el del nombre del producto fabricado por Taixing Glycerine Factory. La fábrica llama a su jarabe glicerina TD. Las letras TD estaban prácticamente en todos los documentos de transporte. ¿Qué significan?

Yuan Kailin, antiguo vendedor de la compañía, lo explicó: TD representa la palabra china "tidai", explica Yuan, que dejó su trabajo en 1998 y sigue viviendo cerca de la planta. En chino, tidai significa sustituto. Una pista que podía haber revelado que el veneno, el producto falsificado, estaba oculto a la vista de todos.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

Una madre lamenta la intoxicación de su hijo con la medicina adulterada. Ocurrió hace unos años en Haití.
Una madre lamenta la intoxicación de su hijo con la medicina adulterada. Ocurrió hace unos años en Haití.AFP

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