Escapar de hacer la calle
Merche y Antonia, dos ex prostitutas de Sevilla, aprenden a "valorarse" en el centro Al Alba
Merche L. se ríe a carcajadas sentada junto a otra "compañera" del barrio y "de la vida" cuando se le traba la lengua y no consigue explicar los episodios de una vida dedicada a la prostitución. La risa se ha convertido para ella en la terapia perfecta para relajarse cada día. Pasa dos horas y media diarias en el Centro de Atención a la Mujer Al Alba donde desde hace unos años ha encontrado un espacio para "relajarme" y "aprender a valorarme como soy". Tiene 42 años y dos hijos. Hace 12 años que dejó ese mundo. Aunque su día a día sigue siendo "un infierno".
Se apartó de la prostitución el día que el padre de su segundo hijo hizo un trato con ella: "Si lo dejas cada semana te doy dinero para los tres y te traigo comida del pueblo". Fue hace 12 años y él no ha fallado. Pero Merche sigue durmiendo en la casa del padre de su "mayor", en la calle Joaquín Costa de Sevilla, que la insulta cuando quiere y que no entrega "ni un duro" para la familia. El mismo hombre que la introdujo en el mundo de la prostitución del que vino huyendo cuando llegó a Sevilla buscando a una hermana "casada con uno de aquí".
Entre 2.000 y 3.000 mujeres ejercen la prostitución en la ciudad de Sevilla
Merche trabaja ocho horas por 600 euros en un taller de serigrafía. Encontró el empleo gracias a este centro de la Congregación de Religiosas Oblatas. Desde hace meses también aprende a pintar y realiza un taller de vidrio porque "quiero mejorar y vivir mejor". Recibe asistencia psicológica, orientación profesional y ha encontrado "buenas amigas" en este lugar que desde enero atiende a 58 mujeres.
Al Alba ofrece una atención personalizada e integral a quienes ejercen o han ejercido la prostitución. "Queremos posibilitar el abandono de la prostitución", asegura Marisa Cotolí, directora del centro. Y "sobre todo" tratamos de buscar su inserción laboral. "Es el casi el único paso para que consigan escaparse de la calle", afirma Elena Rodríguez, trabajadora social de la institución.
Antonia P. también está "aquí" para buscar "algún trabajo" y para que "me den cariño, me valoren, me den afecto, apoyo". Tiene 48 años y ha estado casi 15 "metida en el oficio más antiguo del mundo y el más miserable". "Aquí veo el cielo abierto. Me gustaría dar clases de pintura y vender mis cuadros" aunque es cierto que tiene menos problemas económicos que su amiga Merche. Recibe una pensión de viudedad y otra de invalidez. "Unos 500 euros al mes" y los ocho euros que le entrega al Al Alba cada día que asiste a los talleres ocupacionales.
Antonia está de vuelta de todo. Se quedó viuda con 22 años y un hijo de un marido que la maltrataba. Un individuo que fue asesinado delante de ella. Se fue luego a vivir con un hombre que también la vejaba y para "escaparme de todo me tiré por un balcón primero y como seguí viva me metí en la heroína que era lo único que me reconfortaba y me daba fuerzas para trabajar". Primero probó la droga y cuando estaba tan destrozada que no podía seguir "limpiando" la echaron de su casa y se vio abocada a la prostitución. Ha recorrido media España ejerciendo el oficio en salas de fiesta y cabarés.
"Yo era una melena larga con dentadura" que empezó a tomar metadona para dejar la droga y que cuando la dejó se enganchó al alcohol. "Eran borracheras diarias pero mandaba mucho dinerito a mi casa para mi niño y decía que estaba trabajando en los hoteles", señala mientras se limpia sus lágrimas.
"Todo es una mafia. Mucha mafia. Yo he tenido compañeras a las que no he visto más. Desaparecieron y me han dicho sevillana cállate mejor y no preguntes. Y eso es porque están muertas", dice.
Antonia salió de todo cuando enfermó su madre y volvió a Sevilla para cuidarla. Inició una relación con un hombre que la ayudó "a dejar el alcohol y todo". "Ahora hago cosas que antes no hacía y vivo bien con mi hijo en la casa que nos ha dejado mi madre en el barrio de la Macarena".
Merche y Antonia tienen compañeras sevillanas pero también nigerianas, angoleñas y sudamericanas. Algunas todavía ejercen la prostitución pese a recibir "apoyo psicológico y emocional" en el centro Al Alba. "Tienen todavía deudas millonarias con las mafias que las han traído de sus países y no pueden dejarlo. Pero el hecho de venir aquí ya es un paso importante porque quiere decir que no están secuestradas", cuentan.
Entre 2.000 y 3.000 mujeres ejercen la prostitución en Sevilla, según los datos del área de Igualdad del Ayuntamiento. El mapa de la prostitución ha cambiado en los últimos 10 años y se ha trasladado de La Alameda y Nervión al extrarradio. Los prostíbulos han dado paso a clubes de alterne y a pisos camuflados. El 80% son extranjeras y la mayoría tiene entre 20 y 30 años. Han llegado a esta situación "abocadas desde la miseria, engañadas y obligadas", afirma Rosa Hermoso, jefa de servicio de la Delegación de Igualdad. En Sevilla hay siete ONG que ofrecen ayuda a las prostitutas. Y el ayuntamiento es de las pocas instituciones que tienen un centro de atención: el Leonor Dávalos.
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