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Reportaje:

La isla de los náufragos

Vecinos de un pueblo de Irlanda quieren que España homenajee a 20 marineros gallegos que descubrieron al limpiar el cementerio

Jeremiah O'Donovan, Nora O'Shea, Katherine McGillicuddy, Hannah O'Connor, James Curran, Eileen Lynch, Manuel Santos, Buenaventura Silva, Emilio Pousada, José Pastoriza, Manuel Rodríguez Chao, Francisco Manuel Piñeiro, José Pego Tobío, Camilo González Núñez, Francisco Castro Ucha, Carlos Castiñeira García, Antonio Fandiño Cousido... En el cementerio católico de Kilmore, en el condado Kerry de Valentia Island, los muertos, a medianoche, hablan gaélico, pero también gallego.

Algunas lápidas están en blanco. En otras, el cincel del sepulturero local sólo ha grabado un "Unknown spaniard". Debajo, eso sí, porque los marmolistas fúnebres son siempre meticulosos amantes de la historia, hay una fecha. El día en el que el mar escupió a esta costa da morte irlandesa el cuerpo del español desconocido.

Sin embargo, la mayoría de las lápidas anuncian su contenido. Y hablan de historias del lugar con sus nombres irlandeses o de aventuras de ultramar con sus apellidos gallegos. El cementerio Kilmore, y algunos otros de la comarca, se convirtieron, desde los años treinta, en el destino final de muchos marineros gallegos y vascos que fueron a pescar merluza al Gran Sol y se quedaron en el camino sin que nadie, desde su tierra natal, los reclamase.

A través de las lápidas se descubre que no hay dos que murieran en el mismo accidente y que 1971 fue el peor año. Hay muchos náufragos, varios fallecidos por enfermedad, y algún asesinado en alta mar. Pero dentro de su desgracia no todos tuvieron la misma mala suerte: a algunos, sus compañeros decidieron no arrojarlos por la borda y llevaron sus cuerpos a puerto. Otros, sobre todo los náufragos, arribaron a la playa con su documentación en el bolsillo, y eso les libró de dormir el sueño eterno vacío que duermen los unknown spaniard.

Y fue bastante buena fortuna dar con sus cadáveres de agua salada en una isla famosa por su clima benigno, el más benigno de Irlanda, que quizás por eso está poblada de gente generosa. Porque si Valentia fue solidaria cuando dio sepultura a estos desconocidos, lo vuelve a ser ahora, que ha recuperado sus lápidas y quiere hacerles un homenaje.

El que tuvo la idea de levantar un monumento a los náufragos fue Gerald O'Sullivan, uno de los tres vecinos de Knightstown, en Valentia Island, que recuerdan todos los enterramientos de gallegos que tuvieron lugar en Kilmore. O'Sullivan fue testigo de cada uno de los sepelios, desde el primero, en 1931, cuando no pasaba de los cuatro años.

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Sin embargo, ya nadie en el lugar se acordaba de aquellas lápidas hasta que el enérgico octogenario y otros socios de la Rural Social Scheme emprendieron, a principios de este año, la limpieza del viejo camposanto. O'Sullivan se llevó "una alegría" cuando comprobó que los enterradores habían respetado, con los años, todas las lápidas y no habían exhumado ningún resto de aquella esquina del cementerio a la que fueron a parar los náufragos desde la década de los 30 hasta 1989.

Desde entonces, el irlandés ha intentado recopilar datos sobre los enterramientos y ha escrito en varias ocasiones a la Embajada de España en Dublín pidiendo ayuda. El cónsul, Javier Pagalday, estuvo de acuerdo con ese "señor tan simpático" en que "sería bonito homenajear a estos hombres del mar" y, en febrero, notificó el hallazgo al Ministerio de Asuntos Exteriores, que a su vez solicitó información a la Xunta, el Gobierno del País Vasco y el Instituto Social de la Marina.

Sin embargo, seguir el rastro de estos marineros está resultando demasiado difícil, tanto para los vecinos de Valentia Island como para la administración. Gerald O'Sullivan ha recogido los 21 nombres que aún se leen sobre las estelas funerarias, pero entre lo que tiene que adivinar y los muchos errores ortográficos que cometieron esos sepultureros que ya no están, su lista no es del todo fiable. Donde debiera leerse Pastoriza, se escribe Pastoriga. Donde tendría que poner Francisco Manuel, pone Franisco Manual. Donde Núñez, Nuneg; donde Santos Oya, Santosoya; donde Florentina, Florendina.

Asuntos Exteriores propone ahora a la Xunta y al Gobierno vasco que se costee el "monumento o placa conmemorativa" entre las tres instituciones. Gerald O'Sullivan, mientras tanto, recaba datos "despacito" y busca, en la isla, algún escultor que sepa honrar la memoria de los marineros. Si le dejasen escoger, él propondría el nombre de Alan Hall: un artista "excelente"; un vecino del pueblo.

LAS 21 LÁPIDAS

José Faz Seoandz (?).

Coruñés, marinero e ingeniero. Murió a los 39 años (1934)

Florentina Urguiaga.

Vizcaína. 21 años. 1947

Joaquín Sapeto. 25 años.

Asesinado a bordo en 1951.

Manuel Santos. 1952

Buenaventura Silva. 1965

Francisco Lorenzo. 1971

Samuel Bogda (?). 1956

Emilio Pousada. 1965

José Pastoriza. 1966

Manuel Rodríguez

Chao. 1971

Francisco Manuel

Piñeiro. 1971

Antonio Fandiño

Cousido. 1971

Carlos Castiñeira García. 1972

Jesús Santos Oya. 1974

Faustino Romero Nieto. 1976

José Pego Tobío. 1980

Camilo González Núñez. 1989

Y dos "españoles desconocidos", en 1961 y 1966

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