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Reportaje:

"No puedo permitirme la tristeza"

La sargento Marta Mónico, de 26 años, dirige el pelotón que ha llevado a cabo la misión más dura y peligrosa en Afganistán

En el país donde la mayoría de las mujeres siguen encarceladas bajo el burka, Marta Mónico, una granadina de 26 años y sargento de la Brigada de Alta Montaña de Jaca, manda un pelotón de ocho hombres y asume con marcialidad la tarea de vigilar y apoyar a las unidades del Ejército afgano que tratan de pacificar el oeste del país. "Cuando después de una misión emprendemos el camino de regreso, la vuelta a la base de Herat es como llegar al paraíso", dice con una amplia sonrisa.

Mónico y su pelotón, integrados en la compañía de la Fuerza de Reacción Rápida, pisaron tierra afgana el pasado 22 de febrero, al día siguiente de que la explosión de una mina de gran potencia acabara con la vida de la soldado Idoia Rodríguez. La soldado, de 23 años, conducía un blindado-ambulancia. "Se siente mucha rabia y dolor, pero yo no podía permitirme la tristeza. Tenía que animar a mi gente y darles seguridad", señala.

"Cuando me quito el casco no me cubro la cabeza con un pañuelo. Ellos tienen que entender que no soy musulmana"

Lo que no sabía la sargento es que a su compañía -que, incluyendo la unidad de apoyo, tiene 140 efectivos, seis de ellos mujeres- le iba a tocar la misión más dura y peligrosa de las hasta ahora realizadas por las tropas españolas en Afganistán. La Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF), en la que se integran los 690 militares españoles, emprendió en el sur y el oeste del país la Operación Aquiles.

"Mis hombres y yo nos desplazamos siempre en un Blindado Medio sobre Ruedas (BMR), como parte del convoy de la compañía encargado de escoltar y apoyar a las unidades del Ejército y la policía afganos", explica. Sin querer dar detalles "por motivos de seguridad", Mónico indica que la misión más larga fue de una semana y recorrieron "centenares de kilómetros". El pelotón vivió todo ese tiempo dentro del BMR, "siempre vigilando cualquier movimiento extraño, observando la tierra para ver si estaba removida".

La Operación Aquiles duró desde el 6 de marzo al 10 de abril. Se desarrolló fundamentalmente en la provincia de Helmand, una de las más conflictivas por la estrecha conexión entre insurgencia y traficantes de opio y armas. El apoyo prestado por el Cuartel General de la ISAF para la región oeste de Afganistán consistió en "impermeabilizar" las zonas limítrofes de la provincia de Fará para impedir que se filtraran hacia el oeste los que huían de los combates de Helmand. "Al principio sí que pensaba eso de 'éste puede ser mi último día', pero pronto se transformó en el ansia por la ducha y la comida que nos esperaban a la vuelta. Veíamos la base como el paraíso", recuerda Mónico.

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Durante la Operación Aquiles casi siempre salía la compañía al completo que, según el capitán Miguel Soto, cuenta con cuatro unidades de 31 efectivos, más los 16 que forman la unidad de apoyo. Además, el mando de la ISAF en Kabul les proporcionaba apoyo aéreo, incluidos cazas F-18. "Nosotros no tenemos relación con la población afgana. Son las fuerzas del Ejército y de la policía afganas que acompañamos las que mantienen los contactos", dice Mónico. Simpática, parlanchina y alegre, la militar española es consciente de la extrañeza que levanta entre los efectivos afganos ver a una sargento al mando de un pelotón de hombres. "Suelo ir con el casco, pero si no lo llevo no me tapo la cabeza con ningún pañuelo. Ellos tienen que entender que yo no soy musulmana".

Marta Mónico asegura que lo suyo es "vocación militar". Entró en el Ejército a los 18 años, sin que nadie en su familia hubiera vestido jamás uniforme. Ella no se presentó voluntaria para ir a Afganistán. "Mi interés es ir donde vaya mi compañía", dice. Considera, sin embargo, que es una "oportunidad única" salir de la academia y emprender la primera misión en el exterior.

Pasado el rubicón -las misiones en Afganistán duran cuatro meses-, está convencida de que le esperan "muchas más". La sargento cree que ese es el futuro de los ejércitos europeos. "Es la familia la que lo pasa peor", cuenta Mónico. Sobre todo porque de ahora en adelante van a tener que preocuparse por dos: la sargento mantiene una relación con un sargento primero de otra compañía que no se encuentra en Afganistán aunque es de la misma Brigada de Alta Montaña de Jaca. Y ya hablan de boda.

La compañía de la Fuerza de Reacción Rápida española se turna en las misiones con una compañía italiana que también está a disposición del Cuartel General de la ISAF para la región oeste de Afganistán, mandado por un general italiano. Finalizada la Operación Aquiles, las misiones son más cortas y Mónico y su pelotón tienen más tiempo para dedicarse a revisar su BMR.

En julio pasado, cuando la ISAF, que gobierna la OTAN desde agosto de 2003, se hizo cargo de la seguridad de todo Afganistán -hasta entonces el sureste estaba bajo mando de la coalición que dirige EE UU-, el Gobierno español decidió enviar otros 150 efectivos y 17 BMR, que tienen un blindaje mucho más robusto que los VAMTAC que se utilizaron hasta entonces.

Miembros de la Brigada de Alta Montaña de Jaca, destinada en Herat (Afganistán).
Miembros de la Brigada de Alta Montaña de Jaca, destinada en Herat (Afganistán).GEORGINA HIGUERAS

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