Contra el imperio del ladrillo
Si yo fuese alcalde de Alicante procuraría conocer más y mejor la ciudad y sus habitantes. Utilizaría menos el coche oficial y más los zapatos. Tomaría un café en San Gabriel, un arroz con pata en San Blas y unos montaditos en Benalúa. Hablaría con la gente, con el quiosquero, la dependienta de la panadería y los jubilados que toman el sol en la Explanada y les daría la oportunidad de opinar sobre mi gestión y sobre los problemas de su barrio. Y no sólo con los votantes, también con quienes nos visitan, nuestra principal fuente de riqueza.
Si fuese alcalde de Alicante procuraría tener un proyecto coherente para mi ciudad. Y no sólo coherente, sino también compatible con los proyectos de las ciudades que nos rodean. Una ciudad que fuese limpia y segura. Con buenos transportes públicos, diseñados para los ciudadanos. Por ejemplo, para los jóvenes que se desesperan los fines de semana o en Hogueras mientras esperan un taxi o un autobús.
Si fuese alcalde de Alicante añadiría un lema al escudo de la ciudad: "Los ladrillos están al servicio de los ciudadanos y no los ciudadanos al servicio de los ladrillos". El lema debería figurar en las dos lenguas oficiales: el castellano y el valenciano académico o catalán. Como Alicante tiene la principal comunidad francófona de España, también debería ir en francés. Y en inglés, pero no sólo por los británicos, sino por los noruegos, los suecos..., aunque la lengua más utilizada en ciertos negocios es el ruso. No, no creo que tantas lenguas quepan en el escudo de Alicante.
Si yo fuese alcalde de Alicante haría feliz a mi abuelo Félix, militante de Izquierda Republicana, que fue alcalde y Juez de Paz de Carlet (Valencia) durante la República y la Guerra Civil. Pero haría infeliz a mi abuela Marieta que, viendo peligrar la economía familiar, no se cansaba de repetirle a mi abuelo aquello de "Félix, ¿alcalde? ¡de tu casa! ¿Juez? ¡de tu casa!". De todas formas, ahora que veo lo bien que les ha ido a algunos alcaldes de la costa mediterránea en sus asuntos domésticos puede que mi abuela Marieta no fuese tan estricta.
Si yo fuese alcalde de Alicante, mi abuelo Vicente me hubiese acompañado con orgullo a la toma de posesión, pero mi abuela Josefina hubiese visto con preocupación mis aficiones políticas. Además, en Alicante los domingos no se baila la jota aragonesa y ese tema para mi abuela no era negociable. Don Gregorio Mendel, un monje y genetista del siglo XIX, fue quien nos explicó por qué nos parecemos a nuestros abuelos. Así que me quedo con la duda de a qué actividad dedicaría más tiempo como alcalde de Alicante: si a procurar el bien común, a cuidar de la economía doméstica, a pasear con orgullo mis títulos o a bailar la jota aragonesa.
Pero no soy alcalde de Alicante, y además vivo en Sevilla.
Bernat Soria es catedrático extraordinario de Medicina Regenerativa y Director del Centro Andaluz de Biología Molecular y Medicina Regenerativa.
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