Reforzar el papel de Calderón
Existe una ley no escrita que dice que los playoff deben ser otra historia. Por varias razones. La primera radica en que en cada eliminatoria los equipos se juegan su supervivencia, lo que aporta un tipo de emociones imposibles durante la fase inicial del campeonato. La segunda, en que sólo siendo algo diferente justificaría 82 jornadas y un millón de kilómetros recorridos para conseguir un botín a todas luces exiguo: la ventaja del campo en rondas que se juegan al mejor de siete partidos. La tercera descansa en conceptos digamos narrativos: lo mejor de las historias siempre tiene que llegar al final. Organización, equipos, jugadores y aficionados lo saben, entienden y promocionan. Los partidos adquieren una dimensión desconocida, se juega con el cuchillo entre los dientes y los jugadores saben que llega el momento de justificar jerarquías y contratos. Es tiempo de playoff. Cosa seria.
Ahora que está mirando al aro como nunca, quedan menos excusas para que no juegue más
Desgraciadamente, allá donde reside nuestro foco de atención principal, Toronto, parece que no se han dado cuenta del cambio de tercio. Transcurridos tres partidos de la serie y con 1-2 para los Nets de Nueva Jersey (el cuarto encuentro se habrá jugado esta pasada madrugada), no hay signos visibles ni mucho menos ostensibles de la transformación necesaria para superar este primer reto. Todo lo contrario que los Nets, equipo veterano y curtido en estos avatares y que desde el salto inicial del primer partido está llevando la iniciativa.
Los Raptors han estado blandos, lo peor que se puede decir de un equipo que pretenda sobrevivir a estas alturas de la temporada. Su juego aseado y colectivo, una rareza en la NBA, les ha conducido hasta los playoff. La europeización ha dado sus frutos y confirma el valor añadido que otorga el saber jugar en equipo y así aprovechar mejor el talento del que se disponga. Pero, si durante 82 partidos ha sido suficiente para colarse en los playoff, en el cara a cara se necesita un plus: de rendimiento, dureza, entereza y, por qué no, mala leche. Y aquí es donde surgen las diferencias que explican lo ocurrido hasta ahora. Entre la intensidad emocional de unos y la de otros. Entre la actitud de los Kidd, Jefferson o el descerebrado y egoísta, a la vez que portento físico, llamado Vince Carter y la volatilidad de gente como Bosh o T. J. Ford, un tipo de jugador de ésos que juega de cine para él y de terror para los demás.
En este contexto, a Toronto le quedan dos caminos. Uno, endurecer y endurecerse, cosa que resulta difícil, pues estas cuestiones no se cambian de la noche a la mañana, sobre todo si no cuentas con jugadores de ciertas características. Por poner un ejemplo, al estiloso Parker no le transformas en el guerrero Nocioni en unos pocos días. Dos, jugar a tu estilo, pero mucho mejor. Y ahí es donde el entrenador de los Raptors debería reforzar el papel de Calderón. Ahora que está mirando al aro como nunca, quedan menos excusas para no subir su media de minutos en la cancha. Es bastante poco probable que Mitchel cambie el chip, pero no es cariño de compatriota lo que hace incuestionable un hecho. Con Calde al mando, Toronto juega mejor.
Después de tres partidos, éste parece el camino más realista para sobrevivir a esta primera ronda, a la que, si esta madrugada ha visto un nuevo triunfo de los Nets, le quedará poco más de una siesta.
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