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El misterio de Turkmenistán

Pilar Bonet

Desde la muerte del dictador Saparmurat Niyázov el pasado diciembre, Turkmenistán se ha convertido en la meca de todos los políticos dispuestos a curarse en salud para el eventual caso de que este Estado productor de gas (el quinto del mundo) decida abrirse y diversificar sus suministros, dirigidos ahora principalmente hacia Rusia. Para 2007, Turkmenistán planea obtener 80.000 millones de metros cúbicos de gas natural, de los cuales 50.000 millones se exportarán a Rusia y 8.000 millones a Irán por un gasoducto de capacidad limitada. Moscú, y concretamente Gazprom, necesita del gas turcomano para cumplir sus compromisos internacionales. Turkmenistán exporta a través del gasoducto Asia-Central-Centro que pasa por el territorio de Kazajistán y ha mantenido un estricto secreto sobre sus reservas. En 2006, Niyázov firmó un contrato para exportar 30.000 millones de toneladas a China a partir de 2009 por un gasoducto que debía estar construido para entonces. A la vista de la geografía y el plazo, el proyecto resulta más que dudoso y muchos desconfían de la capacidad de Ashjabad para cumplir con los compromisos exportadores acumulados a la ligera. Kazajistán, Estados Unidos, la Unión Europea y Rusia han intensificado sus contactos con Turkmenistán tras la muerte de Niyázov. El presidente turcomano Gurbanguli Berdymujammédov se entrevistó con Putin en Moscú esta semana y, según la prensa rusa, le indicó que también Turkmenistán está interesado en rutas alternativas. Putin por su parte se mostró dispuesto a ampliar la capacidad para transportar el gas turcomano a Rusia. La energía turcomana resulta tentadora también para España, que estudia la posibilidad de abrir una embajada en Ashjabad, la capital de aquel país. El ministro de Exteriores español, Miguel Ángel Moratinos, se entrevistó allí recientemente con Berdymujammédov.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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