"La gente que crispa no sabe en el país en el que vive"
En el oscuro despacho del psiquiatra Carlos Castilla del Pino (San Roque, Cádiz, 1922) parece que el tiempo se ha parado. De una de las paredes cuelga un puñado de relojes de bolsillo antiguos. Las manecillas están quietas. Este psiquiatra y escritor comienza a hablar de Castro del Río, el municipio cordobés donde reside, y de cómo Miguel de Cervantes estuvo encarcelado allí 15 días. Castilla del Pino ha conseguido que por Castro hayan pasado algunos de los mejores pensadores y escritores del país. Este fin de semana se ha celebrado un seminario sobre humanismo dirigido por él. Dice Castilla del Pino que es bueno llevar a los pueblos a los intelectuales. En España "hoy se lee más", afirma. "Yo no soy pesimista. Estamos mejor que nunca".
"El país ha cambiado, se ha civilizado. Y estoy muy orgulloso. Lo que siento es que no lo voy a poder gozar mucho tiempo más"
"Desgraciadamente la derecha que ahora suena es la más radical. Por aquí, por mi consulta, han pasado políticos razonables de derechas"
Pregunta. Estamos mejor que nunca, pero parece que también estamos más crispados que nunca.
Respuesta. Pero es una crispación absolutamente artificial. Eso es como si yo me crispo ahora y me lío a pegar puñetazos y usted saca un cigarro y se pone a fumar. Y piensa: 'bueno, a ver si se le pasa'. Entonces yo lo que hago es el ridículo.
P. ¿La crispación política no se ha trasladado a la sociedad?
R. No, si estuviera en la sociedad la izquierda también habría salido a la calle a hacer contramanifestaciones. No las hemos hecho. A mi no me sacan ya a una manifestación ni aunque me paguen la hora a un millón de euros. La gente que ha querido crispar no sabe en el país en el que vive. El país es otro. Por ejemplo, yo llevo cogiendo el AVE desde que se puso en marcha hasta dos veces a la semana. No he visto nunca ningún problema entre pasajeros. Y antes usted se montaba en un tren o en un autobús y había siempre problemas. 'Ésté es mi sitio', se oía. Ya no hay problemas porque la gente tiene un talante extraordinario. El país ha cambiado, se ha civilizado. Y estoy muy orgulloso. Lo que siento es que no lo voy a poder gozar durante mucho tiempo más. Pero, a poco que sobreviva, voy a vivir en democracia los 40 años que viví en la dictadura. Empatado.
P. Dice que quien crispa no sabe en el país en el que vive. ¿Tienen alguna patología psiquiátrica?
R. Es más un problema de ideología. Es un problema ideológico. Cuando una persona fracasa en unas oposiciones entonces es que todos la tenían tomada con él. El tribunal le tenía inquina, dice. Siempre se inventan algo para salvarse. ¿Que Zapatero ha cometido errores?, claro que los ha cometido. Cómo no los va a cometer. Yo también me equivoco en diagnósticos. ¿Que las equivocaciones de un presidente suenan más?, por supuesto. Quizás fue un poco alegre al creer que los etarras, aunque tuvieran una historia de canallería, no eran tan canallas ya. Pero siguen siéndolo porque son asesinos. Quizás se equivocó ahí, pero nada más. Ése es un error que no se puede comparar con el de meternos en la guerra de Irak, una cosa mucho más gorda porque nadie pensaba que aquello tuviera porvenir. Fíjese en el desastre para Bush que ha supuesto. El único país miserable era la España en la que vivíamos con Franco, cuando era una finca de ellos.
P. ¿Ha digerido bien aquella derecha histórica la llegada de la democracia?
R. Desgraciadamente la derecha que ahora suena es la más radical. Pero en la derecha hay personas razonables. Por aquí, por mi consulta, han pasado políticos razonables de derechas. Pero ellos ahora están al pairo para ver qué pasa. La derecha no es toda extrema ni mucho menos. Son una minoría, pero cuando es extrema suena mucho. Hay mucha gente de derechas razonable que estoy seguro que en el momento en el que esto pase volverán. Y creo que va a pasar pronto, en cuanto haya un congreso del PP se solucionará. Porque estos señores no han demostrado tener talla suficiente para gobernar. Ni Rajoy, ni Acebes, ni Zaplana, que son el trío que manda en el PP. Es el trío que será sustituido y ya veremos qué viene. Espero que sea una derecha europea moderna.
P. Dice que ya no sale a la calle, pero ¿por qué se manifestaría ahora?
R. Saldría a la calle para lograr que los asesinos de ETA depusieran las armas. Saldría no para abrazarlos, pero sí para eliminar ese forúnculo. Esos son los patriotas. El patriotismo es una enfermedad. A todos estos patriotas si se les pregunta qué es lo que leen y qué es lo que conocen realmente sobre el País Vasco no saben nada. Eso le dije una vez a un teniente coronel: 'Usted que es tan patriota, usted que dice con tanto orgullo ser español, ¿qué conoce de España?' Nada. Pues mire yo me he pateado España. Yo conozco Asturias, Cataluña, el románico catalán, el Levante español, el Maestrazgo, Extremadura... Todo me lo he recorrido, eso es amar el país.
P. ¿Y qué es España?
R. Es un país de variedad extraordinaria. Lo milagroso es que haya seguido siendo una nación. Porque un catalán del Cabo de Creus y uno de Huelva parece que son de dos mundos distintos. Pero eso es lo bonito de España. Es inagotable, como Italia, otro país en el que no me importaría vivir.
P. ¿Qué es lo que subyace, lo que nos ha mantenido unidos?
R. Yo creo que ha sido la historia y la nobleza. Porque a Andalucía la conquistaron los nobles que venían con los reyes del Norte. El duque de Medinaceli, por ejemplo, es duque de Segorbe, que está en Castellón. Y este duque tiene en Galicia un pazo formidable. Esa nobleza que viene con los reyes hacia al Sur fue premiada con tierras cuando lucharon contra los árabes. Eso es lo que nos ha mantenido unidos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.