El minotauro alza la voz
Vinicio Capossela, el cantante más poético de la música italiana, se descubre hoy en Madrid
Marchas militares, un chachachá enloquecido, baladas napolitanas, ráfagas de discoteca o blues para noctámbulos en retirada. Son sólo algunos de los elementos que bullen en Ovunque proteggi, el insólito disco con el que Vinicio Capossela (Milán, 1965) ha conquistado el primer puesto en las listas de ventas italianas.
Admirador de la música tradicional y antigua, de los elementos rituales y mitológicos o del viejo Teatro de Sombras, Capossela presenta esta noche su obra en el Círculo de Bellas Artes escondido tras una máscara de minotauro. "Mi música constituye una fábula, un cuento de hadas. Más que un cantante, me siento como un poeta que construye su propio universo", asegura sin dejar de mesarse la barba.
El cantante parece el hijo de una relación imposible entre Paolo Conte y Tom Waits
Capossela parece el hijo de una relación imposible entre Paolo Conte y Tom Waits. A ambos los siente como "parientes muy cercanos, como un zapato tan estrecho que duele". Y él mismo se presta a completar este figurado árbol genealógico. "Me confieso sobrino del tanguero Roberto Polaco Goyeneche y primo de Papa Ioanu [cantante de rebetiko griego] y de Louis Prima".
Un sombrero le ayuda a disimular las entradas, pero proclama su edad con orgullo. "No atravieso la crisis de los cuarenta, sino la exaltación. Ser un hombre maduro conlleva muchas ventajas. Sobre todo, ya no tengo que escribir esas canciones de amor y abandono que componía de jovencito", objeta con un brillo pícaro en la mirada. "Ahora sólo anhelo llegar a la vejez con un repertorio como el de Chavela Vargas".
Ciertamente, Ovunque proteggi se aleja de los parámetros argumentales al uso en la música popular. Capossela recurre en sus 13 canciones al mito mediterráneo clásico -el minotauro, la medusa- y hasta a elementos de la simbología bíblica. Puede que no fuera la opción más predecible en un "anarcopolifónico" como él, pero aclara: "El lenguaje bíblico es bello y poderoso en sí mismo. La fuerza y el vértigo que emanan del Eclesiastés están por encima de personajes como Ratzinger".
Le encanta nadar a contracorriente. Apenas habla inglés, como un gesto de rebeldía hacia ese "imperio anglosajón" que lo invade todo. Se lamenta de que los países mediterráneos no conozcamos nuestros sonidos autóctonos "porque las radios sólo se preocupan de emitir pop convencional". Y bromea: "Menos mal que existen las compañías de bajo coste y las becas Erasmus. La buena música ahora sólo se difunde a través de los canales de la emigración".
Los sonidos de la tierra le atraen por su dimensión de "rito sagrado". Se esfuerza, eso sí, por distinguir entre música tradicional y folclor. "La primera es la música con verdad propia. Ni siquiera necesitas entender el idioma o dialecto en que se interprete. El folclor, en cambio, lo banaliza todo. Escucho la palabra folk y me imagino a Silvio Berlusconi cantando sus canciones napolitanas...".
La de esta noche en el Círculo será la única oportunidad de ver en 2007 a este excéntrico trovador sobre los escenarios españoles. Tras su Minotour, el autor de piezas como Al colosseo o Dove siamo rimasti a terra nutless quiere concentrarse en su próximo gran proyecto: un espectáculo para voz, violonchelo y viola de gamba en torno a 10 sonetos de Miguel Ángel.
Por eso lleva más de un mes inmerso, de forma casi compulsiva, en la discografía de Jordi Savall. "Me fascina la hermosura que, más de 500 años después, conservan aquellos versos, aquellas palabras. Encaja con la concepción griega del ion, el tiempo del ser, frente al cronos, el tiempo del devenir. La música, la poesía han de tender siempre al ion. Como un eterno crescendo...".
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.