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Reportaje:

El árbitro de los militares

El jefe de Estado ejerce de moderador entre el Gobierno y el Ejército

Juan Carlos Sanz

La Constitución diseñada por los militares tras el golpe de Estado de 1980 para reinstaurar un gobierno civil otorga al jefe del Estado de Turquía un papel preeminente, a pesar de que sus competencias parecen sólo formales, en línea con los modelos presidenciales italiano o portugués. Cuando los generales se retiraron a sus ministerios y cuarteles, sin duda los edificios oficiales más destacados de Ankara, crearon un órgano de control sobre la Administración civil: el Consejo de Seguridad Nacional. Las imágenes de televisión muestran siempre a los miembros del Gobierno a un lado de la mesa y a los generales en el otro, mientras el presidente se sienta solo en la cabecera, lo que da idea del papel arbitral que los militares reconocen al jefe del Estado.

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Hasta ahora siempre había sido uno de los suyos. Un kemalista más o menos convencido de que el Ejército debe ser el último garante de los dos pilares básicos de la República fundada por Atatürk en 1923: la integridad territorial y el Estado laico. El Ejército, el "gran mudo", como se define en las democracias occidentales, sólo habla en Turquía en el Consejo de Seguridad Nacional. Pero sus palabras, refrendadas por el presidente, deben ser entendidas como órdenes tajantes.

Así ocurrió hace 10 años en la reunión de primavera del Consejo. Los jefes de las Fuerzas Armadas declararon que el integrismo islámico era el enemigo "número uno" del Estado, peor aún que el separatismo kurdo, y exigieron su erradicación. El entonces primer ministro, el islamista Necmettin Erbakan, entendió el mensaje y dejó de codearse con libios e iraníes. Cuando llegó la reunión del Consejo del verano presentó la dimisión, a pesar de encabezar el partido más votado.

Erdogan también entendió el mensaje cuando trascendió que varios generales retirados figuraban entre los organizadores de la manifestación que reunió a cientos de miles de turcos el pasado día 14 en Ankara. No querían que el primer ministro fuera candidato a la presidencia.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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