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Reportaje:

El increíble trasiego de Pitis

Aunque casi desmantelado, el poblado sigue siendo un punto de venta de droga

Daniel Verdú

El poblado chabolista de la Quinta, a escasos metros del nuevo barrio de Montecarmelo, es el supermercado de droga del norte de la capital. La extensión de chabolas es menor que la del asentamiento del Salobral -apenas quedan unas diez-, pero el trasiego de toxicómanos es igual de intenso. La estación de cercanías de Pitis y las vías del tren, a escasos metros del poblado, son también una infraestructura mortal para los intoxicados peregrinos.

El domingo por la tarde, la mayoría de viajeros que llegan a la estación de metro de Pitis son toxicómanos. José, un portugués que viene de comprar lo suyo en el poblado de la Quinta trata de colarse en la estación de cercanías. "Mira, por listo ahora te vas a quedar aquí una hora", le espeta el guardia de seguridad que lo intercepta. Y así es, José queda retenido hasta que llega la policía más de la hora advertida. Por el camino lateral a la estación, van y vienen grupos de toxicómanos que salen del metro.

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"Esto no tiene solución. La única opción es que lo desmantelen definitivamente", dice uno de los vigilantes de la estación de Pitis. "Aquí tenemos una media de cinco o seis arrollamientos al año. Yo ya he lo he visto siete veces. Y te aseguro que es muy duro".

Chabolistas en La Quinta

La Quinta se levantó en el verano de 1992 por el entonces Consorcio para el Realojamiento de la Población Marginada para acoger a 83 familias de los poblados chabolistas de la Cruz del Cura y Ricote, en Fuencarral, y del de la avenida de Aster, en Chamartín.

En febrero de 2006, el Ayuntamiento inició el desmantelamiento del centenar de chabolas de la Quinta. Un año después, quedan nueve familias a la espera de una nueva vivienda, según datos del Consistorio.

El hastío de los vigilantes de seguridad contrasta con el de Gloria, la cajera ecuatoriana de la estación. "Los toxicómanos son personas. A veces, ellos son más respetuosos conmigo que la gente que no tiene ningún problema. Nunca me han insultado ni me han agredido. En cambio, otras personas me han acusado de robarle el trabajo a los españoles".

Mientras, ha llegado la policía. A José le han quitado todo lo que llevaba encima y se lo llevan detenido. De camino al coche patrulla, la pareja de policías se cruza con un grupo de cuatro toxicómanos que les saludan con un leve, casi imperceptible, movimiento de cabeza. Luego siguen su camino hasta la chabola.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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