La última batalla de Le Pen
El líder de la extrema derecha aspira a repartirse el poder con Sarkozy
En 1956 era el diputado más joven de la Asamblea Nacional. En 2007 es el candidato de mayor edad (78 años) de entre todos los que aspiran a la presidencia de la República. Jean-Marie Le Pen sabe bien que no puede ganar, sólo puede soñar con repetir la sorpresa de 2002, cuando le bastó con menos del 17% de los sufragios para clasificarse para la segunda vuelta.
Su campaña en 2007 ha sido la menos activa de todas las que ha realizado. A Le Pen se le vota para protestar, para poner en crisis el sistema y, por tanto, al líder ultraderechista no le hace falta hacer muchos mítines o tener un programa de gobierno bien articulado. Le Pen se limita a responsabilizar de todos los males de Francia a quienes han aceptado que el país "se llenase" de inmigrantes y promete resolverlo todo "expulsando a los extranjeros". El suyo es un verbo barroco, mezcla de antiguas formas cultas y expresiones cuarteleras.
En 2007, Le Pen ha viajado poco, dejando que fuese su hija Marine la que le representase en toda Francia. El viejo león, que en 1974 obtuvo el 0,75% de los votos, quiere dejar a Marine un Frente Nacional (FN) asentado por encima del 15% y, sobre todo, con representación parlamentaria y, aún más importante, en situación de dar el salto a la respetabilidad. El FN aspira a repartirse el pastel con Sarkozy. De ahí que haya centrado todos sus ataques en su figura y que éste haya utilizado a menudo argumentos de Le Pen para ganarse a los electores del FN.
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