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Los comerciantes aseguran que han perdido hasta el 60% de las ventas

Los vecinos exigen al Ayuntamiento que elimine los ruidos superfluos

El paso del tiempo con las obras en marcha y sin horizonte final claro genera inquietud entre los vecinos de los barrios de Torrassa (L'Hospitalet) y Sants (Barcelona). Unos porque sufren la incomodidad de ruidos y camiones, y los comerciantes de ambos lados de las vías porque sufren desde hace más de un año las consecuencias del cierre de la parada del metro, lo que supone menor afluencia de personal y hasta un 60% menos de ventas.

Un caso diáfano es el de Manuel Agea, propietario del bar Arjoma en la calle de Riera de Tena. Afirma que la situación es "insostenible" para muchos pequeños comercios de la zona. Ésta es una de las calles más afectadas por las obras, ya que está situada en una zona de paso hacia el mercado que comunica los dos lados de la vía y con la boca del metro. El cierre de la estación y del paso supone para los comercios la pérdida de un porcentaje muy elevado de clientes, que eran básicamente usuarios de metro y vecinos que cruzaban a un lado y otro del barrio. "Desde que han empezado las obras esto se ha convertido en una zona muerta y cada mes perdemos entre un 60% y un 70% de los ingresos medios", sostiene Manuel.

Un efecto muy parecido están produciendo las obras en el lado montaña: en el mercado de Sants y en sus alrededores, algunos comercios se han visto forzados a traspasar el negocio o a cerrar. "En términos generales ha bajado mucho la asistencia", explica Eleuterio Galinsoga, presidente de la asociación de concesionarios del mercado.

Antes de las obras, el paso bajo el metro daba acceso directo al mercado. Ahora, para llegar al mismo desde el lado mar de las vías hay que dar un rodeo bien grande por la calle de Jocs Florals, junto a la plaza de Sants o por la de Badal, un paso subterráneo "vergonzoso y tercermundista", según dicen los vecinos. Estos inconvenientes han desincentivado a una parte importante de la clientela, especialmente gente mayor, que ha cambiado sus hábitos para evitar dar tanta vuelta.

En previsión del efecto de las obras, los comerciantes organizaron un servicio de entrega de la compra a domicilio que ha servido, según Galinsoga, para mitigar un poco las pérdidas de algunas paradas, pero no evita que algunos establecimientos "se mueran de asco" en tardes como las del viernes. Algunos han decidido cerrar esa tarde y todas las demás de la semana.

Los comerciantes sufren en sus ingresos, pero el resto de los vecinos aseguran estar desolados. El Ayuntamiento y Adif, responsables de las obras actuales, aseguran que cumplen las normas ambientales, pero es inevitable que trabajen de noche porque hay tareas "incompatibles con el tránsito ferroviario". El resultado es que los que viven en primera línea de las obras, como Antonia J. Lopez, de la calle de Sant Medir, aseguran que "hay noches que hasta las cuatro es imposible pegar ojo" por los ruidos que hacen sobre todo los generadores que se utilizan para iluminar la obra de noche y que, según J. M. C., vecino de la calle de Pavía, superan los 70 decibelios permitidos. Además, los vecinos afirman que "los obreros se torean los controles del Ayuntamiento. Hacen obras en la calle que podrían hacerse de día, provocando un estruendo horroroso y hablan a gritos que no te dejan descansar". Reclaman a las autoridades sensibilidad para afrontar esta situación que está ya empezando a generar problemas de salud entre los vecinos que comportan "bajas, insomnio e irritabilidad".

Juan González Carrillo: "No tenemos ni para pagar los impuestos"

Juan es propietario del quiosco que está al lado de la estación de Mercat Nou (línea 1), cerrada desde hace más de un año. "Las obras supondrán una mejora para la zona", confía. Pero la falta de clientes durante este tiempo ha supuesto la pérdida de la mitad de la clientela, lo que le ha colocado en situación económica difícil. "Estamos con el agua al cuello y no podemos ni pagar los impuestos", afirma. Explica que ha tenido que solicitar un aplazamiento de una deuda y una segunda hipoteca para pagar a los distribuidores. "Ahora tenemos en juego el piso y el negocio".

Sebastià García: "El resultado compensará el tiempo de obras"

Aunque Sebastià sufre, como vecino de Santa Eulàlia y comerciante del mercado de Sants, las incomodidades producidas por las obras, afirma que "esta reforma es buena y necesaria para el barrio". Sebastià piensa que el resultado "va a compensar a todos, aunque debamos estar unos años más así". Las pérdidas de los comercios del mercado y alrededores no bajan de modo global del 20% desde que empezaron las obras, dice, pero confía en que la apertura de la estación y la ampliación del paso de Riera de Tena para peatones y coches supondrá, a la larga, un aumento de clientes.

Elena Marín Ríos: "La calle se ha convertido en un espacio fantasma"

Elena Marín Ríos vive en la calle de Antoni Campmany, es decir, en primera línea de las obras. Es una de las más afectadas. Se trata de una vía cortada desde hace meses: camiones y máquinas de obras ocupan ahora la antigua calzada, y la acera se ha convertido en un estrecho renglón de madera para llegar hasta el portal. Más allá de las incomodidades de ruidos, polvo y suciedad, lo peor que han supuesto las obras para Elena es el abandono de la zona, que "se ha convertido en un espacio fantasma y ha incrementado la presencia de robos y maleantes".

Marisa Pérez Ramos: "Si no se toman medidas, cerraremos antes de un año"

"Desde que empezaron las obras hemos perdido un 75% de ventas cada mes", explica Marisa, joven propietaria de una tienda de ropa en la calle de San Medir. Cerrado el metro y el paso, "una vez cierra el mercado aquí ya no se acerca nadie", afirma. Una situación "insostenible" para la joven comerciante que, explica, ha tenido que "despedir a sus dos trabajadoras". Como otros comercios de la zona, desde hace unos meses Marisa se ha visto obligada a cerrar su negocio por las tardes. "Si la Administración no toma medidas, tendremos que cerrar definitivamente antes de un año''.

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