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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

No sólo Sarko-Ségo

No es la primera vez que un trío disputa con posibilidades la presidencia francesa. Hace cinco años, el socialista Lionel Jospin creía que tenía seguro el mano a mano de segunda vuelta con Jacques Chirac, y el ultraderechista Jean-Marie Le Pen fue quien se batió con el presidente. Este año estamos avisados: no sólo el gaullista Nicolas Sarkozy y la socialdemócrata Ségolène Royal están en liza, sino que el centro-centrista François Bayrou, líder de la UDF, también se bate el cobre. Es favorito para quedar tercero, pero se ilusiona con que forcejea por el segundo lugar, según las encuestas, antes con la socialista que con el liberal-conservador. Pero lo cierto es que si no pasa, una seña suya a sus votantes alcanzará un alto precio electoral.

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Los tres tienen algo en común: al revés que sus predecesores, han nacido tras la Segunda Guerra Mundial, y aunque todos han sido ministros, representan un relevo generacional, y puede que hasta una renovación. El derechista, prometiendo energía, que le sobra, eficacia, que en ocasiones hace suya, y liberalización económica, que está por ver; Royal, proponiendo un cambio tan vasto que ha precisado una lista de 100 propuestas para darle cabida, entre las que brilla su convicción de que puede trascender la democracia representativa, acercando el poder al ciudadano; Bayrou, garantizando que los dos son perros viejos y que sólo él, síntesis total de lo posible, encarna un cambio desde el centro que supere la vieja división de derecha e izquierda.Y en ese supermercado de ilusiones, un electorado reservón, algo fatigado, pero que se augura que votará en masa, juega con las cartas apretadas contra el pecho. Más de un tercio aún no ha decidido qué voto es el que prefiere; para fiarse de las encuestas.

Aunque Francia no sea ya aquella grande nation de cuando en una Europa a 12 o 15 no se movía una hoja sin que el eje París-Berlín diera su fiat, estas presidenciales, con una Constitución europea básicamente arruinada por el referéndum francés de 2005, prometen ser decisivas. Los tres candidatos se declaran europeístas, pero ninguno deja de salmodiar a la soberanía nacional, bien sea a cuenta de la guerra de Irak (Royal), de la inmigración ilegal (Sarkozy) o evocando a Enrique IV el unificador, del que es biógrafo (Bayrou). Y no en balde las referencias a Europa han sido escasas en una campaña en la que nadie ha olvidado que el 55% de los franceses votaron no en el referéndum. Pero sea quien fuere el que llegue al Elíseo tras la segunda vuelta el próximo 6 de mayo, será la crisis de la Unión Europea la que de inmediato urja al presidente a la acción. Francia es demasiado importante como para poder dejársela sólo a los franceses.

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