Opciones docentes en las universidades europeas: prácticas y movilidad
En 2007, se celebra el 20 aniversario del programa Erasmus de movilidad de los estudiantes, y el 25 de mayo se cumplirán nueve años de la declaración de la Soborna que instaba a la formación de un Espacio Europeo de la Educación Superior (EEES). La declaración de la universidad parisina fue la base del proceso de Bolonia. Dentro de la discusión en torno al EEES, una cuestión latente remite a la metodología docente de la universidad.
En el contexto europeo, tradicionalmente, se expone la situación de la metodología docente estableciendo una distinción entre dos modelos: uno, centrado en el estudiante, y otro que privilegia los contenidos. Los partidarios de la segunda opción tienden a enfatizar que para garantizar la adquisición de los conocimientos indispensables a una titulación es necesario garantizar la presencia y la coherencia de los contenidos y la temporalización de los mismos, para lo cual se precisa una estricta coordinación entre los programas de las asignaturas y unidades departamentales de la universidad. El argumento continúa diciendo que la distancia geográfica y cultural hace más difícil poder garantizar la coherencia de los mismos.
Se trata de argumentos que no son totalmente ciertos ni absolutamente falsos. No es cierto que una mayor movilidad de los estudiantes sea incompatible con una coherencia de los contenidos recibidos por los mismos. La gran armonización que existe en los programas de las asignaturas lo demuestra.
En lo que respecta a la metodología centrada en el estudiante, existen tres elementos de la misma sumamente importantes en el contexto de la formación de un Espacio Europeo de la Educación Superior: la relación clases teóricas-clases prácticas, las prácticas externas y la movilidad internacional.
En general, cuando se establece una metodología pedagógica centrada en el estudiante, la actividad presencial del mismo tiende a reducirse. El número de créditos de una asignatura se establece no en función del número de horas presenciales, sino en relación con otros parámetros relativos, por ejemplo, al esfuerzo que debe realizarse. Se persigue una valoración desde la perspectiva de las actividades realizadas con gran autonomía por un estudiante.
En general, la metodología centrada en el estudiante conlleva menos horas de carga lectiva presencial que la metodología centrada en los contenidos. Además, y sobre todo en el segundo ciclo, conlleva un mayor peso relativo de las clases prácticas frente a las de exposición teórica. Los conocimientos básicos y esenciales deben de adquirirse durante el primer ciclo, sobre todo en los primeros años de estudio universitario. Los años finales y el segundo ciclo, en general, se reservan para la adquisición de conocimientos teóricos más especializados y para favorecer el uso de los mismos y el desarrollo de habilidades. Se habla de la operacionalidad de los estudiantes como la capacidad para reducir el período de transición entre las aulas y la aplicación profesional de los conocimientos.
Por esta razón, las clases prácticas adquieren una importancia básica. Unas clases que se prolongan con la realización de prácticas externas, en empresas o en instituciones en función de la especialización de los estudios. Estas prácticas externas se conciben como una pieza más del proceso formativo del estudiante universitario y, en muchos casos, son necesarias para la obtención de la titulación. Una pieza importante desde varios puntos de vista. Primero es necesario confrontar los conocimientos y las habilidades adquiridos en la universidad con su ejercicio real. En segundo lugar, es preciso que el estudiante se enfrente al juego de relaciones e interacciones humanas del mundo del trabajo. En el ámbito laboral, éstas difieren de las que tienen lugar en las aulas.
En tercer lugar, las prácticas externas son importantes por un aspecto básico de la realidad actual del mundo del trabajo. Desde los años noventa, vivimos una serie de transformaciones en el mercado de trabajo que, en algunos casos, se han acelerado recientemente. Una de ellas se refiere a la estructura de las ocupaciones. En los años cincuenta, la estructura de las ocupaciones se caracterizaba por una amplia base de trabajadores manuales y un reducido número de directivos y mandos. El desarrollo económico y el cambio estructural de los años sesenta y setenta conllevó un importante aumento de las ocupaciones intermedias. La universidad dio y ha dado respuesta a esas necesidades en términos cuantitativos y cualitativos. La estructura actual de las ocupaciones sigue presentando un amplio abanico, pero la naturaleza de las ocupaciones ha cambiado y, a efectos de la universidad, se han modificado las relativas a los cuadros intermedios y superiores. Un cambio que no es únicamente cuantitativo en el número de efectivos necesarios de cada titulación, sino que es ante todo cualitativo; esto es, un cambio en la naturaleza de las tareas y en el ejercicio de las mismas que cada grupo de ocupaciones exige. Se podría hablar de la necesidad de un ajuste micro. Las prácticas externas son una vía privilegiada para evidenciar la realización o la necesidad de dicho ajuste.
En cuarto lugar, las prácticas externas son importantes porque preparan a los estudiantes de hoy a la gestión de proyectos. Tanto en el ámbito privado como público y asociativo franceses, se ha mostrado que aproximadamente uno de cada dos proyectos fracasa, bien porque no se va más allá de la efímera idea inicial o por problemas relativos a una inadecuada implementación. Se ha demostrado que la experiencia laboral y personal puede ser un elemento importante en el aumento del número de proyectos exitosos.
En este sentido, junto con otros, es importante la realización de una parte de la formación universitaria en el extranjero. Existen estudios universitarios en que, al igual que hacen obligatorio la realización de prácticas externas, es indispensable para la obtención del título cursar, como mínimo, dos semestres en universidades extranjeras. La universidad de origen cuenta con la colaboración de otras universidades para el desarrollo de las actividades docentes. Esto ofrece ventajas para el estudiante. En primer lugar, el estudiante recibe unos contenidos, al igual que lo haría en su universidad de origen. En segundo lugar, el estudiante se enfrenta a un contexto pedagógico distinto lo cual le obliga a una adaptación. En tercer lugar, el estudiante se enfrenta a una lengua y una cultura diferentes. Tres elementos muy significativos en su proceso de maduración intelectual y personal.
Existe un punto en el que la movilidad internacional es importante. Dado el estado actual de las relaciones internacionales, de la propia Unión Europea y de la internacionalización de la empresa y de la economía española, España necesita y requiere personas capaces de moverse en diferentes países y en diferentes culturas. No se trata únicamente de hablar inglés. La defensa de los intereses públicos y privados en el terreno internacional no puede hacerse al margen del capital humano y del conocimiento del terreno de juego. La movilidad internacional de los estudiantes contribuye a que éstos adquieran los conocimientos y habilidades en un terreno sumamente importante para el futuro de un país en un mundo globalizado y multilateral.
Matilde Alonso y Elies Furió son profesoras de la Universidad de Lyon en Francia.
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