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Reportaje:Elecciones presidenciales en Francia

Los jóvenes inclinan la balanza

Las protestas laborales, las revueltas de los suburbios y el miedo a la ultraderecha han vuelto a politizar a los votantes de entre 18 y 24 años

Guillermo Altares

En su mayoría, los jóvenes franceses llevaban años desenganchados de la política. Algunos ni siquiera recuerdan otro presidente más que Jacques Chirac, elegido por primera vez en 1995. Sin embargo, ante la primera vuelta de las presidenciales del domingo, las cosas han cambiado y mucho: el fantasma de la ultraderecha, la revuelta de los suburbios, las protestas contra un nuevo modelo de contrato juvenil y unos candidatos renovados han acercado a los jóvenes al proceso electoral. Los principales contendientes han llenado la campaña de mensajes dirigidos hacia ellos, conscientes de que su voto puede ser decisivo en unos resultados que se presentan muy ajustados.

"Lo ocurrido en 2002, cuando el ultraderechista Jean-Marie Le Pen, pasó a la segunda vuelta, está en el horizonte y es uno de los motivos por los que ha aumentado el interés de los jóvenes. Los temas tratados durante la campaña han movilizado mucho más a los franceses y sobre todo a los más jóvenes", explica la socióloga Guénaëlle Gault, autora de Para terminar con la política de papá, un libro sobre los treintañeros franceses, y directora de estudios en el departamento de estrategias de opinión de TNS Sofres. "Nuestra última encuesta revela que, entre los 18 y los 24 años, el interés por la campaña alcanzaba el 84%, tres puntos más que la media nacional", señala Gault, de 33 años.

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"Creo que hemos comprendido, porque desde luego sería un desastre que volviese a pasar", asegura Medhi, un estudiante de ingeniería de 23 años en la puerta de la Universidad París VII, en referencia al 21 de abril de 2002, cuando Le Pen pasó a la segunda vuelta junto a Jacques Chirac. Detrás, en las vallas donde es obligatorio que se ponga la propaganda electoral en Francia, los carteles de Le Pen y Philippe de Villiers aparecen llenos de insultos de todo tipo.

Las encuestas revelan que la socialista Ségolène Royal, que se ha lanzado a utilizar Internet como forma de comunicación desde el principio de su campaña, es la candidata preferida seguida por el conservador Nicolas Sarkozy. Sin embargo, como recuerda Guénaëlle Gault, el voto de los jóvenes es el más difícil de decetectar por los sondeos. Los jóvenes son en este momento la mayoría de los indecisos.

"Son una de las claves de esta elección, ya que representan un electorado esencial", explica el sociólogo Loic Blondiaux, profesor de la Universidad de Lille y comentarista político. "Los candidatos son rostros renovados con respecto a la clase política francesa. Si logran movilizar a los jóvenes, será uno de los principales factores del resultado", prosigue.

Los jóvenes de entre 18 y 24 años representan un 10% de la población francesa (unos seis millones) y una cifra nada desdeñable sobre los 44,5 millones de electores. Desde la victoria de François Mitterrand en 1981, poco a poco se habían desenganchado de la política. En las traumáticas presidenciales de 2002, la abstención en la primera vuelta en esta franja de edad rozó casi el 40%. En cambio, en el último año se han registrado para votar 1,8 millones de personas (4,2% del electorado), un movimiento sin precedentes. Muchos de ellos son menores de 30 años.

El regreso de los jóvenes a la política se produjo al hilo de las movilizaciones que, tras el paso del ultra Le Pen a la segunda vuelta en 2002, lanzaron a cientos de miles de personas a las calles. Otro factor esencial tuvo lugar el año pasado, cuando se produjo una movilización masiva contra el Contrato de Primer Empleo (CPE), destinado a las menores de 25 años, que al final obligó al presidente Chirac y al Gobierno de Dominique de Villepin a retirar la ley. La revuelta de los suburbios en 2005, ya abrió los ojos de muchos.

Seguidores del candidato conservador Nicolas Sarkozy, durante un mitin electoral ayer en París.
Seguidores del candidato conservador Nicolas Sarkozy, durante un mitin electoral ayer en París.AFP

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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