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Matanza en el campus

"No es posible entender toda esta violencia"

Yolanda Monge

Sonó el himno nacional. La bandera de Estados Unidos imponía su presencia. La gente se puso en pie y se llevó la mano al pecho. Caras tristes. Caras demacradas. Caras por las que caían lágrimas. Caras con la mandíbula apretada. Dos chicas se abrazaban de tal manera que parecía que pudieran romperse. Una escondió la cabeza dentro del pecho de la otra, con el llanto sincopado sólo se veía un cuerpo moverse a golpe de queja tras la tragedia vivida.

Adolescentes en pantalón corto encogidos dentro del pánico que todavía les habita en el cuerpo. Frente a las ropas deportivas de los estudiantes, agarradas del armario de cualquier manera, en un día de tristeza sin tiempo para preocuparse por la apariencia, el presidente de Estados Unidos, George Bush, subió al estrado, solemne, vestido de riguroso traje negro y corbata negra. El presidente de la nación había volado desde Washington a Blacksburg con su mujer y el gobernador de Virginia, Tim Kaine.

Aquí ha querido unirse a los estudiantes y profesores en un homenaje sobrio y sentido. "Éste es un día de pesar para la comunidad de la Universidad de Virginia y un día de tristeza para la nación. No es posible entender nada de toda esta violencia y tristeza".

Un joven cubría a su novia con sus brazos. Otro se tapaba la cara con las manos y se mesaba después los cabellos. "En estas horas de angustia espero que sepáis que toda la gente de este país piensa en vosotros y le pide a Dios que reconforte a todos los afectados", declaró Bush.

"Gente que no os conoce de nada está rezando por vosotros", dijo el presidente. Antes de abandonar la capital de la nación, Bush había declarado un día de luto y ordenó que las banderas ondearan a media asta en todo el país.

El campo universitario que ve disputar los partidos de baloncesto era ayer un mar de sillas pobladas de personas sufrientes. Una chica era conducida fuera de la sala aquejada de un ataque de nervios. El silencio sólo se rompía por la música fúnebre. Por los discursos. O por el llanto de la chica que se refugiaba en los brazos de su amiga y ya no podía reprimir más el dolor.

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Sobre la firma

Yolanda Monge
Desde 1998, ha contado para EL PAÍS, desde la redacción de Internacional en Madrid o sobre el terreno como enviada especial, algunos de los acontecimientos que fueron primera plana en el mundo, ya fuera la guerra de los Balcanes o la invasión norteamericana de Irak, entre otros. En la actualidad, es corresponsal en Washington.

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